Pensará usted, amigo lector, que hay una errata en el título y que me equivoqué al sustituir una “uve” por una “ene”. No es así. Efectivamente quiero referirme a la noluntad y no a la voluntad; la “noluntad” es una palabra reconocida por la Real Academia Española (RAE) y se define como “el acto de no querer”. Dice Antonio García Trevijano con palabras certeras: “La noluntad no es falta de voluntad ni mala voluntad, sino la decidida voluntad de no querer algo”. Considero que gravita en este fenómeno un marcado comportamiento de la sociedad de hoy, al cual no escapa la escuela. Es cierto que las oportunidades son esquivas a muchos que tienen la voluntad de ponerse a prueba y entregarse con voluntad; pero no es menos cierto que existen muchas personas que esquivan las oportunidades porque están firmemente decididas a no aprovecharlas. Ese comportamiento cultural del facilismo, del no hacer nada, ha deteriorado de manera importante a las familias, a la sociedad y, por supuesto, a la escuela, porque es muy significativo el fenómeno escolar de los niños con “noluntad” por su quehacer escolar. Una queja permanente de los profes sobre los estudiantes en muchos espacios escolares, por poner solo un ejemplo, dice así: “Señor rector, nada los motiva, nada los provoca, nada les importa, no quieren hacer absolutamente nada”.
Es innegable que nuestra sociedad ha entrado en una ley del mínimo esfuerzo, en una cultura del facilismo, en alcanzar jugosos logros a mínimos o ningún costo; cualquiera quiere acceder al poder sin haber hecho los méritos para ello, cualquiera quiere atesorar grandes fortunas sin haberlas alcanzado como fruto del trabajo responsable, de la inversión inteligente, del acumulado de su propio rendimiento. Así las cosas, es fácil deducir que en la escuela el estudiante quiere alcanzar sus logros académicos con un mínimo de sacrificio, de entrega y de responsabilidad. No olvidemos que en la escuela repercuten todos los buenos y los malos hábitos de la sociedad. Si un papá quiere hacerse rico apostando con los juegos de azar, ¿por qué extrañarnos de que su hijo quiera ganar el año con solo asistir a la escuela? Si un padre de familia plagia su título profesional, ¿por qué extrañarnos de que su hijo quiera que le otorguen su título de bachiller sin merecerlo?
A mi juicio tenemos hoy un problema individualizado y, a la vez, generalizado de noluntad. Está instalada en muchas personas y colectividades la decisión de no querer. Creo que está fallando, en un gran número de familias y en la escuela, la formación y la educación de la voluntad. Y como consecuencia de esa carencia lamentable, se está extendiendo y ahondando la vigencia de la noluntad. La “buena voluntad” para hacer lo que se debe no viene incorporada en la carga genética, hay que adquirirla con esfuerzo y decisión, y son precisamente estos aspectos los que se encuentran significativamente ausentes.
Considero que aquí hay una gran tarea para la escuela y que estamos ante una gran misión del maestro. En tiempos en los que la sociedad y la familia sucumben ante la noluntad, la escuela tiene que inclinarse con altivez en defensa del esfuerzo y la dedicación como precursores de la voluntad. Pareciera imposible, pero no, porque afortunadamente la historia escolar también registra numerosos casos en los cuales se han rescatado estos valores a pesar de las condiciones adversas de la sociedad y de la familia. Está claro que, casi siempre detrás de cada caso exitoso, se encuentra a un profe con alma de maestro, y usted, amigo lector, seguramente será testigo de excepción de lo que aquí asevero, o incluso, bien podría ser este el guión de su propia historia.
Para finalizar, como maestro y como escuela pienso que solo nos quedan dos caminos: por un lado, instalarnos cómodamente en las aulas a contemplar impávidos la noluntad de nuestros estudiantes, o por el contrario, transitar el pedregoso camino de la lucha contra la sociedad -lastimosamente muchas veces contra la familia-, al encuentro de actitudes, hábitos y costumbres que permitan recuperar la voluntad como ingrediente fundamental del aprendizaje.
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