LA PATRIA | MANIZALES
Aunque el pueblo de Israel veía las acciones de Dios durante su historia, muchas veces su corazón se endureció y se tornó indiferente, testarudo e indolente. Aún más, se volvió idólatra, cambiando a Dios mismo por otros dioses, por consiguiente, abandonando sus preceptos y acogiendo comportamientos contrarios al plan de quien había sido fiel y le había amado sin condiciones.
Dios, sin embargo, por su amor, busca por todos los medios hacerle caer en cuenta de su error, pues cada desviación acarreaba ruina, destrucción, angustia y desolación para todos sus miembros. Así envía a los profetas, quienes tenían la misión de advertir al pueblo de todas sus equivocaciones y, mediante el anuncio de la Palabra de Dios, hacerles volver al camino que les conduciría a la vida y a la felicidad. Obviamente, cuando el profeta anunciaba, esta palabra causaba incomodidad y muchas veces aversión hacia el mismo enviado de Dios. Era despreciado y atacado, aunque todos sabían que decía la verdad. No es que el profeta, ‘no sea profeta’ en su tierra, sino que “no será bien mirado, a causa de su misión”.
Jesús fue criticado por los más cercanos, dudaban de su mensaje y de sus milagros, hasta el mismo Maestro se admiraba de la falta de fe de sus contemporáneos, los mismos de su propio pueblo; decían: “De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es este el carpintero, el hijo de María?” Y… desconfiaban de Él. Finalmente fue ‘condenado’ por los mismos sumos sacerdotes, fariseos y escribas, esto es, por los más conocedores de la ley.
Pablo, el apóstol convertido del judaísmo, cuando comenzó a anunciar a Jesucristo, sus ‘hermanos judíos’ se transformaron en sus primeros perseguidores. Sin embargo, cada momento difícil se convertía en ‘vitamina’ para seguir, con mayor fuerza, anunciando la Verdad: “Cristo”; incluso llegó a afirmar: “Cuando soy débil, entonces soy fuerte”. El apóstol no deja de ser profeta, sus ‘debilidades’ lo identifican como verdadero profeta del Señor, pues comparte su mismo destino de cruz y resurrección.
Tú también eres profeta desde el bautismo. Con seguridad cuando dices la verdad en un mundo como el que vivimos, quienes están cerca de ti, son los primeros en señalarte y hasta condenarte. Tu amor desinteresado, semejante al amor que Dios tiene por ti, se ve menospreciado por el corazón duro de quienes te rodean, por su indiferencia, porque cambian tu amor por otros ‘amores’ que no les produce vida. Dios mismo en tu oración te hace entender que no debes tener miedo: “basta su gracia”.
Miembro del Equipo de Formadores en el
Seminario Mayor de Manizales
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