Las acciones del dictadorzuelo Maduro en contra de nuestros compatriotas en Venezuela, han logrado lo que ningún colombiano produjo en la historia reciente: unir al país en torno a su dignidad y acercar todas las vertientes políticas para defender la Patria. Tal vez teníamos olvidado en algún rincón del alma el sentimiento patriótico que algún día nos caracterizó, y por eso hemos permitido que se juegue con nosotros, que nos degraden, nos discriminen, nos humillen, nos vituperen y nos vejen.
Hoy somos víctimas de un hombre que, si bien ha demostrado su alienación, fue nuestro propio gobierno quien le entregó un protagonismo desmedido y lo dejó entrometerse en las más serias decisiones del país sin objeción alguna. Somos víctimas entonces de nuestro silencio, de nuestra cobardía, de nuestra pusilanimidad. Porque no es la primera vez que Maduro arremete contra los colombianos, ni es la primera vez que nos insulta, nos ultraja, nos trata como parias... ¿Y qué respuesta ha obtenido?: el silencio y hasta la veneración. ¿De qué nos quejamos entonces?
Porque para Maduro existen colombianos de primera y de última categoría. Los de última somos los ciudadanos honestos, trabajadores, que creemos en la democracia y la defendemos; los que nos sometemos al imperio de la ley; los que queremos un país libre de violencia; los que nos regimos por las normas constitucionales; somos los colombianos que, por buenos y decentes, merecemos ser ultrajados en ese país, y expulsados de él como perros. Y los de primera son la antípoda: los criminales, extorsionistas, asesinos, mutiladores, violadores y terroristas; los que tienen dentro de su palmarés los mayores crímenes y los más grandes actos de violencia; los que atentan a diario contra los bienes públicos y privados; los que nos tienen asolados y en un estado de miseria personal y colectiva. Son quienes merecen ser tratados en Venezuela como reyes y quienes han encontrado en ese país un refugio lleno de impunidad, comodidad, complicidad y connivencia: los terroristas farianos y elenos. Y personajes como Teodora, Cepeda y Clara López.
Pero si estos actos violentos, abusivos, indignos e injustos de Maduro en contra de nuestros compatriotas nos atormentan y nos duelen, hay algo que los supera: el silencio casi cómplice del Gobierno Nacional. Entendemos que estos conflictos deben ser manejados mediante la diplomacia y que, en parte, Venezuela tiene razón cuando deporta a inmigrantes ilegales. Pero, ¿qué culpa tienen los residentes legales que llevan años en esa tierra y han ayudado a enriquecerla con su trabajo? ¿Qué culpa tienen las familias honestas que se han establecido bajo las reglas venezolanas y hoy son víctimas de saqueos, desalojos, atracos, violaciones y humillaciones? ¿Por qué el silencio presidencial cuando los testimonios de ataques indiscriminados en contra de los colombianos son presentados como evidencias claras? ¿Cómo hubiera procedido cualquier gobierno del planeta (incluido el de Maduro) si estos actos se hubieran cometido en Colombia?
¡Sí: es indignante! Tanto las acciones desmedidas y violentas de Venezuela en contra de los colombianos, como el silencio de nuestro Presidente. Y más indignante aún que, sabiendo la complicidad que existe entre Maduro y las Farc, el orate (o primate) presidente venezolano siga haciendo parte de los garantes de la farsa de La Habana. El gobierno Santos tiene la obligación moral de defender nuestra dignidad aún a costa de su nobel; tiene la obligación de hacernos respetar tanto por las vías diplomáticas como por las vías que le otorgan el Derecho y los Acuerdos Internacionales. Pero, aún así, prefiere guardar silencio y ofrecer paliativos inanes en Cúcuta a donde se vio forzado a hacer presencia, luego de la visita del senador Uribe.
Este es uno más de los atropellos de Maduro. ¿Permaneceremos callados, resignados, indolentes, estáticos y permisivos? Le acompaña la razón al presidente Gaviria cuando dice que los colombianos tenemos que unirnos, hoy más que nunca, para defender nuestra dignidad y nuestra Patria. Los colombianos no podemos permitir que un individuo como Maduro siga violando los derechos de nuestros compatriotas en Venezuela y los siga atropellando y humillando ante el mundo. Porque todos esos vejámenes no son solo un atropello puntual contra unos pocos colombianos. Son un atentado contra la dignidad del país y una provocación miserable que nos hace llorar lágrimas de sangre. ¿Qué hay que hacer? ¡A la carga!
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