Mario César Otálvaro
LA PATRIA | Bogotá
La presencia de un técnico que conoce el medio, de formas amables y respetuosas, y de cierto prestigio por lo hecho en Pereira, fue como una bocanada de oxígeno para este Once Caldas que igual sigue seriamente comprometido hacia la clasificación.
Hacer cuentas pone tan alto el listón que pareciera imposible, pues riñe lograr un rendimiento arriba del 66% con ese 36 que fue el legado de Torrente, y que establece un orden de por lo menos 6 victorias en 9 partidos que restan.
Desde ese ángulo cualquiera se mortifica, por lo que es preferible plantear la alternativa del día a día, trabajar, optimizar un plantel base que no es complicado porque tampoco es que sobre mucho, e ir tras la meta, o al menos morir en el intento.
Este nuevo aire revitaliza el ánimo de la hinchada y genera una expectativa favorable, ofreciendo la sensación de que había error en un banco sobrevalorado, que nunca se tocó, y que ciertamente dejó muy poco.
Los números, el producido, los últimos resultados, sumados al ineficiente aporte al momento de armar el conjunto y proponer nombres, hablan de la pésima gestión de un cuerpo técnico oneroso, escudado en las disculpas, y que pasó en blanco.
Es el contexto en torno a Torrente, quien nos envolvió en su cuento, tanto que le creíamos capaz de provocar esa revolución táctica que pintó al principio, y que terminó en cofradía con varios de sus patronos, y en algo de verso.
Sin querer decir que con Lisi todo se vaya a resolver, pero que no se contamine, que obre con libertad y tenga el talante para pensar en la recuperación competitiva del club, sin ambages y a través de un elenco ordenado y profesional.
Porque ya están advertidos, y para que no se repita, cero connivencias, menos carreta y mayores obligaciones. La exigencia es poner al Once Caldas en el sitio que le corresponde en el fútbol colombiano, que no es el de forjador de juveniles.
Romper los procesos echando al entrenador a mitad de campeonato –lo que facilitó el señor Torrente con su movida para acomodarse en México– es síntoma de inestabilidad y una muestra de debilidad en los planes deportivos de una institución.
Aquí es el principal problema, primero porque estructuralmente se ha pensado más en robustecer las finanzas que en afianzar el proyecto, y por eso la desbandada de jugadores que hoy podrían integrar un grupo de confiabilidad.
Analicen, Izquierdo, Arango, Piedrahíta, Pérez, Menosse, Lucena, Hárrison, fueron mal remplazados, los refuerzos obedecieron a oportunidades más que a necesidades, y exceptuando a Soto por imagen y pasado, no ha habido una sola contratación decente.
Total, ese azar al que siempre jugó Torrente, blindado por el gerente deportivo y acatado por la directiva –emplazada en ese sentido por bajo conocimiento de la materia– ha sostenido un Once Caldas discreto de corta influencia.
Este martes frente al Bucaramanga debutará Lisi con ese capital que representa lo nuevo, y en sus manos está ganarse un público hastiado de la decisiones controvertidas y que espera volver a ese romance que se le ha negado por diversas razones.
Y aunque el objetivo inmediato es uno, proyectar e ir mirando la conformación de la nómina no está de más y es tarea a cumplir haciendo seguimiento a futuros refuerzos dentro de la política del mínimo costo, inevitable por ahora.
El mercado ofrece opciones, hay que encontrarlas con buen ojo y con disyuntivas de negocio que beneficien, realizables desde todo punto de vista siempre y cuando al frente se pongan dirigentes progresistas que piensen en el equipo, más que en el bolsillo.
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