Mario César Otálvaro
LA PATRIA | Bogotá
Demasiado exigentes, y hasta injustos, están resultando muchos comentarios en torno al Once Caldas y su campaña, que si bien no llena por contenido, luce en los números que es lo que cuenta, manteniéndose como protagonista de la liga colombiana.
Soy el primero en reconocer el disgusto por las bajas actuaciones, como la tarde cuando se perdió ante Fortaleza en Techo, o el domingo en el empate frente a Uniáutonoma, en ambos casos viéndose un equipo mermado, sin ambición, y plano en el sentido general de la palabra.
Pero hasta donde sé, la clasificación es un hecho, y la irregularidad, que entre otras es inherente a todos en el torneo, corresponde a su discreta conformación nominal, sin volantes de categoría, y con delanteros muy flojos, pese a que supera los 20 goles en 15 fechas.
Le echan la culpa a Flabio Torres, quien por el contrario ha hecho magia con este plantel, afectado por lesiones, suspensiones, y rendimiento, y el que pese a lo corto no ha desentonado para conservar las cifras que lo mantienen arriba en las posiciones.
Contradictoria realidad, es cierto, sin dejar de recordar que hace apenas 6 meses este mismo Once Caldas estuvo a punto de la quiebra, optando sabiamente por erigir su estructura antes que impulsar un proyecto deportivo con bases irreales, expuesto a la desaparición.
Aun así se hicieron esfuerzos sin tener mucho de donde escoger, confiando en la calidad de su conductor, la que está a toda prueba, demostrable aquí y en el Pasto, con un balance altamente positivo con tiquete ya para los cuadrangulares, y con capacidad para seguir sorprendiendo.
Piden que se juegue bonito, que se aporte espectáculo, y eso suena bien, pero mejor todavía la ubicación en la tabla, la consolidación de un trabajo cuyo propósito no era brindar satisfacciones inmediatas que las está entregando, y que tiende a fortalecerse en el tiempo.
El plantel no es lujoso para pretender arte, lo que se conseguirá más adelante cuando económicamente robustecido, y con el convencimiento pleno de sus jerarcas, se atrevan a invertir en materia prima, bien escasa por estos días en el concierto nacional.
Por ahora, a luchar con lo que se tiene, con defectos y virtudes, más lo primero, con esa varita de Flabio Torres que ha superado vicisitudes con un Once Caldas siempre en lugares de privilegio, y con un porvenir auspicioso, que estaba inclusive por fuera del presupuesto al comenzar temporada.
Quizá no sea el proyecto de Manizales como tal, porque cuando se pidió ese respaldo nadie respondió y nos quedamos mirando hacia el despeñadero, con la fortuna de haber encontrado un salvador cuyas ejecutorias no pueden medirse con la simple competencia en la liga, o por el éxito de los refuerzos.
Sin embargo es tanta la mala energía, que cuestionan hasta la compra de futbolistas, descargan sus iras contra las decisiones del técnico, y finalmente se apoyan en cualquier jornada deslucida para tratar de arruinar lo que por fin es un verdadero programa empresarial y deportivo.
Les gusta el caos, respaldaron al Sachi Escobar en su momento, y jamás mencionaron los horrores de los antecesores en el manejo directivo del club, cohonestando con esos actos, y muchos otros, por intereses y apetitos personales.
P.D. Y no quiere decir que por apoyar a Flabio Torres, una de las revelaciones de la estrategia colombiana en los últimos tiempos, no podamos cuestionar sus decisiones, como por ejemplo que en Barranquilla hubiese mandado al campo a un muchacho desconocido, cuando lo que necesitaba era ideas, y en el banco tenía a Cristián Osorio.
Hasta la próxima...
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