Mario César Otálvaro
LA PATRIA | Bogotá
Todos sabemos que el Once Caldas es una empresa privada, de naturaleza jurídica, que responde al querer de sus dueños –responsables directos de su manejo– y que sus actos son consecuencia de decisiones específicas propias del negocio.
Su administración corresponde al mandato de sus accionistas –en este caso del señor Jaime Pineda– los integrantes de su junta directiva son escogidos por ellos, y su operación está regulada por principios cuyo valor primordial es la rentabilidad.
De este modo encausa sus inversiones, establece un plan de trabajo, comercializa, produce, genera utilidades, reparte dividendos si es del caso, y se posiciona dentro del mercado, tratando de obtener altos márgenes de ganancia.
Hasta ahí todo bien, del resorte interno, independiente de que sus actividades tocan el interés común al referirse a una entidad de entretenimiento establecida en Manizales, y que cuenta con miles de observadores que se sienten un poco más que simples espectadores.
Pero de allí a que el agua sucia de las pérdidas y el discreto funcionamiento sea su carga, hay un largo camino, pues son sus administradores quienes deben surtir las formas para que la gestión sea beneficiosa a través de objetivos concretos.
Más, siendo el Once Caldas una unidad de negocio que ya ofreció resultados en etapas coyunturales, épocas en las que escaseaban los recursos y era difícil juntar dineros para cubrir obligaciones, y se apelaba al sentimiento por el club y a la pasión de su hinchada.
En la actualidad cuenta con capital, ingresos millonarios por televisión, Dimayor, comercialización, taquillas, patrocinadores, y una empresa de fondo –Kenworth de la Montaña– que ha ganado imagen y prestigio porque le ha servido como medio publicitario.
Claro que también tiene gastos, pero las cifras de uno a otro año presentadas en el último balance con pérdidas superiores a 4 mil millones de pesos asustan a cualquiera, y desdicen de la labor directiva, y quizá explican el afán de salida de su promotor.
Así se entiende al tenor de que siempre se está hablando de vender al Once Caldas, que si hay un postor, que hubo una multinacional que ofreció no sé cuánto, o que Pineda quiere dar un paso al costado para que sean manizaleños los que lo adquieran, etc., etc...
Porque no más bien una cruzada para que el Once Caldas, merced al apoyo institucional de Kenworth de la Montaña, sea el equipo de todos, despierte el afecto incondicional de sus seguidores, y encuentre el respaldo debido de la sociedad manizaleña y de la industria local.
Un buen paso sería ponerlo en manos de algunos caldenses que conocen del asunto, que tienen experiencia, que desean, y que podrían rendirle superiores utilidades a los propietarios a través de un proyecto deportivo que ambicione más que plata.
Son maneras de ver las cosas, pero hay que seguir, se sabe que no hay compradores aunque podría empezarse con la obtención de acciones por la deuda de $ 11.700 millones que se tiene con Pineda, de quien –con todo respeto– no creo que tenga tanta intención de marcharse.
En lo deportivo, y por encima del pensamiento del técnico Torrente cuyas declaraciones después de la derrota ante al Cali fueron divertidas porque habló como si hubiera ganado, el Once Caldas va quedando en su ley porque le faltaron refuerzos de categoría.
No pudo con los suplentes del Cali, fue superado por la segunda de Nacional, lo que simplemente indica la verdad del fútbol acerca del peso de las individualidades, sin dejar de reconocer que hay mucha base en el trabajo y que del lote intermedio es el más duro.
P.D. ‘Me la juego por el eje’ campaña de las gobernaciones de Caldas, Quindío y Risaralda pro sede de los Nacionales 2019. Por vías, distancias, infraestructura, experiencia, desarrollo y costos, la mejor opción. Ojala el gobierno nacional sea coherente, que es lo difícil. Gracias por tenernos en la cuenta a los periodistas deportivos caldenses residentes en Bogotá.
Hasta la próxima…
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