Mario César Otálvaro
LA PATRIA | Bogotá
El Once Caldas ya jugó contra Junior en el Metropolitano y como éstas líneas fueron escritas antes, o quedó firme en esa intención matemática de llegar elevando notablemente el promedio, o resignó posibilidades en caso de una derrota.
Es el drama al perder medio campeonato por el exiguo esfuerzo que se hizo por un conjunto competitivo gracias a un técnico acomodado como Torrente, quien salió huyendo, y a ciertos vacíos de una gerencia deportiva inútil.
Lo de Lisi comenzó con un reconfortante triunfo sobre Bucaramanga con más goles que fútbol, fallas en el funcionamiento, escasa –por no decir nada– creación, intentos ofensivos por fuera, discutible seguridad, y eso sí, una efectividad impresionante.
Siempre será positivo ganar y el público lo disfruta, sin esconder que no se jugó bien. Fueron 20 minutos de chispa ante un rival ineficaz, nulo arriba, y que tuvo el infortunio de toparse con la enorme figura de José Fernando Cuadrado.
Porque arquero tiene este Once Caldas, del que puntualmente se puede hacer un análisis estableciendo carencias y fortalezas, y en estas últimas no hay que ser docto para saber que a su lado sobresalen Lopera, Hernández y Estupiñan.
Por supuesto que el entrenador Lisi apenas está empezando y le faltan sesiones de trabajo, sin que ello obvie la situación real del equipo, obligado a sumar, presionado, y con mínimo margen de error si pretende la clasificación.
Se escudará en el desconocimiento de la plaza, que suena controvertible porque dirigió en Pereira y como hombre de fútbol tiene que estar al tanto de nuestros torneos, por lo que preocupa su posición particularmente frente a Hernández.
Recuerdo que Torrente también se fue contra el volante argumentando en una rueda de prensa diferencias del que se fue al que volvió de Brasil, y pese a ello después lo puso y terminó siendo su nombre más importante.
Puede que Lisi no guste de un enganche en su planteamiento, pero hay lujos imposibles de darse cuando la materia prima es corta, y sentar a Hernández va en contravía, lo que quedó en evidencia en su estreno porque faltaron talento, pausa e ideas.
Hay ocasiones en las que la necesidad prima sobre el deseo y la razón pesa más que ciertas convicciones, tan volubles cuando no corresponden a la lógica de una plantilla de alto vuelo que es el caso del Once Caldas actual.
Con un colectivo superior no habría tanto inconveniente en un certamen caracterizado por la irregularidad, con chicos envalentonados como Envigado, Bucaramanga y Patriotas dispuestos a acortar la brecha y propinar un verdadero golpe de gracia.
El lío es que reducen las plazas, y en apuros están grandes como Santa fe que no encuentra su equipo base, Cali con un orientador que está biche, Junior que no cuaja y Millonarios en posición mentirosa porque tiene más partidos jugados.
Y lo que acaba de suceder en la suramericana de alguna forma ratifica esas inconsistencias, pues –aunque clasificaron– Nacional sufrió ante Bolívar, Junior penó frente a Blooming, y lo del Medellín fue desconcertante en campo de Sportivo Luqueño.
Un semestre extraño que desde ya está condenando a Chicó y Fortaleza en el descenso, confiando en que América y Pereira tengan el aguante suficiente y no terminen ahogándose en la orilla, porque cosas se han visto y las mieles de la B son muy dulces para algunos.
P.D. ¿Será que estamos equivocados con respecto a Daniel Hernández quienes creemos que es el mejor jugador de campo, y el nuevo técnico es quien tiene la razón? Para verdades el tiempo, y de eso no tiene el Once Caldas.
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