Mario César Otálvaro
LA PATRIA | Bogotá
Calificaba hace poco como aburrido el fútbol del Once Caldas por su ineficacia, lo que sumado a los extraños cambios del técnico, y a la ausencia de jugadores que aporten al espectáculo, conduce a ese lugar en la tabla comprometido hacia la clasificación.
Estas líneas fueron escritas antes del Equidad-Once Caldas al que asistimos con la ilusión que nos genera ver en Bogotá al equipo de la tierra, pese a las circunstancias y a la incertidumbre por su rendimiento, y conscientes de que la victoria era el único camino.
De haber sido así, la siguiente ronda seguirá en los planes, no tanto por la confiabilidad del producido sino por la marcada irregularidad de un torneo en el que Jaguares le gana a Santa Fe, o Tuluá a Nacional, y porque los del lote intermedio son intermitentes.
Un guarismo distinto fue prácticamente el nocaut a las aspiraciones, invocando una revisión temprana y urgente de objetivos y realidades, trazando un derrotero práctico y ajustado al entorno, no al de Paniagua, responsable de las ‘lujosas’ contrataciones.
Y que no salga el técnico Torrente con que quiere a Dayro para terminar en Alessandrini, o que con juveniles puede hacer campaña, o que el fracaso fue por los árbitros o porque al rival si le entraba, disculpas triviales al momento de mirar cifras y conceptos.
Porque –como he dicho tantas veces– también es culpable directo no sé si por prepotencia, ingenuidad, convencimiento, connivencia o conformismo, pues tuvo para esbozar una escuadra de mayor categoría, y lo paso por alto.
Conocía el medio, gozaba de un prestigio mediático por partidos interesantes, y llevaba tiempo suficiente para establecer prioridades o necesidades, y se quedó esperando a que el Gerente Deportivo obrara, aunque desconocemos si hubo contubernio.
Confiemos en que haya sido victoria en Techo, y que la opción se mantiene, aunque con este Once Caldas cada fecha es un tiro al aire, creyendo eso sí –y sobre las limitaciones– que se da la mano con el mismo Tuluá y otros de ese lote, y que debe estar dentro de los 8.
La derrota de mitad de semana ante ese chico al que se le permitió un festín en Palogrande dejó ampollas, ratificó los conflictos cuando de proponer juego en ataque se trata, y estrechó el margen de posibilidades rumbo a la semifinal.
Tuluá, que llegó envalentonado luego de vencer a Nacional, entendió que el contragolpe era la fórmula, tuvo a Miguel Borja iluminado, y castigó la apatía ofensiva del blanco que quedó atascado ante la sorpresiva efectividad de la visita.
Sin embargo, y en lo personal, me pareció una de las mejores presentaciones del Once Caldas por disposición y espíritu –contradictorio si se analiza desde el resultado– conservando de forma increíble la eventualidad de avanzar bajo sus propios recaudos.
Con 20 unidades, y 15 por disputar, requeriría 4 triunfos para asegurarse, o menos según el límite teórico que fue de 32 el semestre pasado. Cuentas alegres, porque como dicen por ahí, la esperanza es lo último que se pierde.
Está claro que sin espacios hay que ampliar capacidad resolutiva, que no se tiene, a diferencia del domicilio cuando el local asume y el Once Caldas se cierra con su magnífico trabajo atrás y aprovecha con salida rápida, así el gol sea una verdadera tortura.
No en vano las cifras publicadas por este diario que dan cuenta de apenas 9 puntos de 24 lidiados en casa para un rendimiento del 37%, contrario a lo que sucede cuando actúa por fuera, logrando 11 de 21 para un aceptable 52%.
P.D. No son solución, y menos pensar en su regreso, pero que curioso que Romero lleve 8 goles con Alianza, Ordoñez 3 con Pasto y Jiménez igual cantidad con Chicó, cuando aquí ni la olían, y los máximos anotadores de ahora son Estupiñán y Viveros, ambos con tripleta.
Hasta la próxima…
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Y que no salga el técnico Torrente con que quiere a Dayro para terminar en Alessandrini, o que con juveniles puede hacer campaña.
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