Mario César Otálvaro

LA PATRIA | Bogotá

Incómoda para algunos la posición de este columnista en torno a Flabio Torres, de quien se cuestionaran sus actuaciones, y sus formas, sin quitarle lo ‘bailao’ porque al Pasto siempre lo clasificó, y con el Once Caldas terminó tercero con cupo a copa el semestre anterior.

En todos los casos con nóminas discretas, no sé si porque le cuesta trabajar con figuras, lo hace por gusto, o es conformista frente a los directivos, lo que termina siendo una contra si nos atenemos a los refuerzos que aceptó, o recomendó, para el Once Caldas 2015.

Trajo cantidad, no calidad, aunque confieso que en un determinado momento pensé que varios de ellos iban a estar por encima de su reciente pasado, con la natural decepción que genera esa escasa respuesta, sumada al pobre desempeño de quienes ya estaban.

Sin embargo, harto curiosa la actitud del técnico tolimense, blanco de todas las miradas, en el ojo del huracán por prácticas usuales en el fútbol -incorrectas, perturbadoras y condicionantes, no punitivas- y quien al parecer entró en estado de choque.

No de otra manera se explica que el equipo se le desmorone, esté por fuera del grupo de los 8, juegue mal, no tenga gol, y tozudamente le siga apostando a lo mismo con los mismos, en un talante retador que no luce ante la realidad de los acontecimientos.

Porque el problema grave del Once Caldas es de jugadores, la estrella es el arquero José Fernando Cuadrado, y en los demás puestos hay que buscar con lupa, independiente de los rendidores de la defensa, porque del medio hacia arriba nada cuaja.

Con mi compañero de la Telepolémica, Mario Vanemerack, técnico de fútbol y experto en asuntos tácticos, coincidimos en que las fallas de creación y definición del Once Caldas derivan en una ausencia real de juego, que obliga a decisiones radicales desde el banco.

Se juega al cero, a la eventualidad del tiro libre de Johan Arango, o a la sanción de un penalti por parte del árbitro. Las ideas desaparecieron, no hay paredes de rompimiento, disparos a puerta, centros aéreos efectivos, o desbordes individuales con finalización.

Nadie desequilibra en el mano a mano, los atacantes pasan partidos enteros sin tiros al arco, Arias desespera por su ineficacia, Romero igual, y ambos tienen embelesado al entrenador, inédito Penco por falta de acompañamiento, y los jóvenes inexplicablemente apartados.

Inventiva u osadía necesita Flabio para salir de ese túnel en el que se enfrascó al convertir al Once Caldas en un círculo vicioso entrando y sacando futbolistas planos, que no marcan diferencia, sin métodos revolucionarios, ni fórmulas asertivas que señalen un cambio.

Ese estatismo, terquedad, o resignación, solo conducirán a un fracaso mayúsculo cuando todavía hay chance de pelear, lo que se encausaría con una doble victoria en casa sobre Alianza y Millonarios, que más que un objetivo, debe ser una obligación.

Si el Cali halló en Santos Borré y Hárold Preciado una máquina de hacer goles, intente algo igual con Peñaranda y Fernández, quienes también fueron artilleros de la B, o con Caicedo y otros para que retome la confianza, planteé un vuelo diferente, y recuperé la fe del hincha.

No más equivocaciones, el tiempo corre, no insista tanto con los suyos que no dan más, atrévase, aventúrese, demuestre el peso de sus antecedentes, hágase valer como técnico, y dé el giro que las circunstancias exigen para salvar la temporada.

Apriete a su preparador físico, llame la atención del departamento médico, tome decisiones radicales con quienes no pueden, o no quieren, y me refiero a los extranjeros, y ponga orden porque sigo creyendo que usted es de los buenos en el medio nacional.

Por eso lo prefiero, por encima de los potenciales remplazos que tendría, Alexis García, Leonel Álvarez, Pedro Sarmiento, J.J. Peláez, u otro de la desgastada escuela paisa, o a los Néstor Otero, Wilson Gutiérrez y compañía, y eso que algunos de ellos no me disgustan.

Hasta la próxima...

macotal@yahoo.com