A la mañana siguiente de que se anunciara la muerte de Fidel Castro, llamé a una querida amiga cubana que vive en Colombia, quien me ha compartido muchas veces lo que fue su vida en la isla. Si bien la he escuchado hablar sobre Fidel extensamente, le pedí como si fuera la primera vez su opinión sobre él. Me dijo algo muy sencillo: “fue un hombre que tuvo aciertos, cosas buenas, y que también cometió errores”. Esto, que parece algo tan elemental y hasta simplista, tiene la gran autoridad de ser dicho por una persona que nació, creció y vivió por mucho tiempo en Cuba, que sigue siendo cubana en todo su ser, y que salió de su tierra buscando cosas buenas para su vida.
Es bien curioso que los mayores defensores del régimen cubano y de la obra de Fidel, así como sus más fieros enemigos, nunca han pisado esta nación caribeña, o de haber ido han tenido una experiencia muy superficial que no les da para pontificar en uno u otro sentido. Ambos bandos recitan sin pausa el heroísmo o la ignominia. Unos pregonan los inmensos progresos sociales, la dignidad y la solidaridad; otros la falta de libertad, la pobreza y la ruina. Un poco de razón le cabe a ambas miradas; sin embargo, son superficiales, movidas por prejuicios bien arraigados que no dejan ver la realidad de la sociedad cubana.
Un punto de partida que se olvida con frecuencia es que cuando triunfa la revolución cubana, no era para nada difícil virar al socialismo, al comunismo, pensar que el ideario marxista podría conducir a sociedades prósperas y felices, dejando atrás la pobreza, la injusticia social, la explotación y sistemas que beneficiaban a muy pocos y esclavizaban a muchos. La historia se repitió muchas veces a lo largo y ancho del mundo: Europa, Asia, África y Latinoamérica, bien fuera en la forma de estados o revoluciones armadas. Solo cuando se empieza a derrumbar el bloque socialista, cuando cae la Unión Soviética, es cuando se sabe del despropósito en que se incurrió, de los crímenes cometidos, los genocidios de Rusia y China y la inviabilidad económica de ese sueño.
Sin embargo, Fidel siguió aferrado a su ideología, no escuchó el llamado a voces que le hacía la realidad para que se modificara el rumbo. De ahí el durísimo Período Especial que vivió la isla por más de una década a partir del desplome soviético.
La exaltación sin asomo de dudas, sin reparos, sobre la obra de Fidel Castro desatiende los hechos. Los mismos cubanos lo tienen más claro que nadie. La condena sin posibilidad de redención también es miope. Además, ver en Fidel y su régimen al diablo, genera una especie de inmunidad para el crítico que le permite ser benévolo con los horrores que se cometen en nuestras propias sociedades. Solo hace unos pocos días, un noticiero de CNN pasó de reportar el gravísimo deshielo de un glaciar en Bolivia, con devastadoras consecuencias para los habitantes de la región y del mundo, a imágenes del famoso Black Friday, esa jornada desenfrenada y demencial de codicia y consumismo que vive Estados Unidos cada año, y que está siendo copiada por muchos países, incluyendo el nuestro. Nosotros también tenemos nuestros propios fantasmas.
Cuba es sin duda un país excepcional, del cual uno se enamora a primera vista y al escuchar los primeros acordes de un son, pues es un prodigio musical. No cabe duda que está en un período de cambio, que en los años por venir será más acelerado y sustancial. Ojalá logren superar serios problemas que han arrastrado por décadas, especialmente en lo referente a la economía de las personas. Ojalá también que no desaparezcan esos encantos únicos que el tiempo ha conservado.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015