En Gallipoli también se recuerda al unificador del país, Vittorio Emmanuelle. Algo parecido ocurría en España hasta hace poco. En todas las ciudades y pueblos había algo que recordaba al generalísimo Franco. Ahora con los nuevos tiempos y otros aires están borrando todo lo que huele a franquismo. Algo igual, no en cuanto a borrar sino en cuanto a perpetuar su memoria ocurre en Turquía donde por doquiera hay estatuas del “Gran Ataturk”, como lo llamaron.
Recorrer las estrechas calles de la ciudad vieja y admirar las iglesias y palacios fue un auténtico placer.
El imponente castillo fue construido por Charles d’Anjou hacia el final del siglo XVI. A mí, que tengo especial gusto por la épica y todo lo que a ella se refiera, tanto en la historia, la literatura y las gestas de los seres humanos, los castillos me encantan. Las famosas kasbas del desierto sahariano de Marruecos, que he visitado ya tres veces, me transportan … ¿A dónde? Me transportan a mundos de batallas, de valentía, de héroes, de ideales y de heroísmo.
Cuando hablo de una o dos iglesias en los pueblos que hemos visitado en la Puglia, no es porque no haya más. Los tesoros más valiosos y hermosos para ser visitados son las iglesias y los castillos, pero en cada pueblo hay tantas iglesias que no puedo hablar sino de unas pocas. Esto también ocurrió en Gallipoli. La catedral está dedicada a Santa Ágata y su precioso interior es barroco con pinturas de célebres artistas, uno de ellos Luca Giordano.
Y llegamos a Lecce, “La Florencia del sur” llamada así por la impresionante “carga” de arte que se derrama sobre calles y construcciones. La visita a esta ciudad marcó un punto de máxima exultación artística en el viaje a Puglia. Esta ciudad merece, ella sola, una visita de una semana para degustarla en su totalidad. Con nosotros los colombianos tiene un vínculo especial porque está hermanada con Barranquilla. Aquí nació Quinto Ennio, el poeta épico y dramaturgo romano, tres siglos antes de Cristo; con sus tragedias inspiradas en Eurípides ejerció gran influencia en Virgilio. También nació en Lecce Tito Schipa uno de los más grandes tenores italianos, muerto en 1965. Los griegos llamaron luppiu a Lecce y los romanos lupiae. Por ello el lobo es el símbolo de la ciudad y en la “piazza” cerca del teatro romano tienen la imagen de un lobo representada en un mosaico en el piso y vimos a muchos turistas haciéndose fotos sobre la figura del animal.
Dice la leyenda que la ciudad fue fundada en tiempos de Troya por una tribu de la región llamada los mesapios. Como todas estas ciudades del sur de Italia, Lecce vio pasar por su suelo, con temporadas más o menos largas a los romanos, los ostrogodos, los bizantinos, los sarracenos, los lombardos, los húngaros, los eslavos y los normandos. La estancia de los bizantinos fue la más larga, y duró 5 siglos. Lecce es la capital de la región de Salento. Esta región privilegiada, bañada por dos mares, posee dos reservas naturales importantes: la Reserva Natural San Cataldo y el Área de los Lagos Alimini.
La costa que da sobre el Adriático está hecha de imponentes acantilados y playas arenosas muy visitadas por los turistas. Salento, con Lecce como capital, es un paraíso de belleza natural y de belleza labrada por el hombre: el llamado barroco de Lecce.
Allí Gianna y yo nos sentíamos prisioneros de tanta belleza y no queríamos abandonar “la città” del arte barroco.
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