Hemos pasado las fechas de descanso y vacaciones y algunos como buenos turistas regocijamos ojos y corazón para alimentar las fuerzas de vivir; ojalá comencemos este año con ánimo arriba, ojos despiertos y corazón bien dispuesto.
Cae como anillo al dedo recordar tres nacimientos de este día 18 de enero; el 18 de enero de 1867 nació el gran poeta nicaragüense Rubén Darío quien dejó en su poesía escritos de inolvidable sinfonía; la misma fecha en 1931 nació Gonzalo Arango quien con sus escritos y vida surgida en Andes (Antioquia) dejó en el Nadaismo una corriente filosófica creativa y comprometida; el mismo día en 1942 nació Vassula Ryden en Egipto y de padres griegos; pintora, campeona de tenis, modelo cotizada, casada y con dos hijos quien escribió lo que ahora se contiene en doce tomos bajo el título “la verdadera vida en Dios”.
Estas vidas son invitación a despertar en nuestra existencia aquellas facultades o carismas a veces en estado oculto y que esperan salir a flote a condición de querer vivir con sentido y belleza los días de nuestra existencia.
Nos parecemos al turista que en su recorrido admira con emoción los edificios que con novedad encuentra en su villorio; que se hace lengua alabando el auge de espléndidas carreteras y puentes mientras recorre la tierra; que ensalza la variedad de platos y comidas ofrecidos en las mesas; que aplaude con gusto la actuación acertada de artistas que con el pincel, el canto o la destreza corporal expanden belleza y colorido.
Todo ello es parte del vivir pero a veces son hechos que no pasan de los ojos al corazón; contemplamos los edificios maravillosos, pero olvidamos agradecer a los obreros anónimos que en largos horarios y bajos salarios levantaron la belleza admirada, tampoco hacemos memoria de los trabajadores que junto al agua y cemento dejaron las gotas de sudor caídas de su arrugada faz para entregar el puente y la vía que transitamos, menos traemos a la memoria las manos y los desvelos de los campesinos que día y noche maduraron las semillas que brotaron en los frutos que comemos en las mesas sabrosas y calientes y tampoco resaltamos la dedicación, ensayos y cuidados de aquellos que en el arte hacen brotar la belleza en segmentos de hermosura.
Así pasamos por la vida como turistas que disfrutan, pero no tienen en cuenta que la vida es resultado de múltiples ocasiones y labores, que lo que recibo ha sido elaborado por años y muchas manos cuidadosas y generosas, que cada día y acontecimiento es posibilidad de crecer en afecto, de reconocer el valor de los demás, de expresar gratitud y alegría en el vivir.
Alguien tan sencillo y santo como el Cura de Ars anotaba que Dios nos ha dado una manera al alcance de todos y de cada instante para vivir mejor: “el Señor nos ha dado la manera de vivir cumpliendo su voluntad en cada día: amar y orar”; dos maneras de actuar en todo momento y que mantienen alto el nivel de vivir; amar y orar, fácil de hacer y sabroso de repetir; es dar sentido profundo a la vida.
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