El escritor Eduardo García Aguilar consagró un hermoso adjetivo latino en la siguiente frase: “…y arrancan esos textos para colocarlos en el desván de la Juvenilia…” (LA PATRIA, 6/11/2016). ‘Juvenilia’, plural neutro del adjetivo ‘juvenilis’, califica “lo propio de los jóvenes o de la juventud”. Hablaba él de los poetas que, al seleccionar sus creaciones para antologías, descartan las que escribieron en sus años mozos. Seguramente tomó la palabra del libro ‘Juvenilia’, escrito por el argentino Miguel Cané, político también, en el que narra sus recuerdos estudiantiles. De esta obra dice Wikipedia: “Bajo una forma ligeramente novelada, si bien en orden no cronológico, Cané relata sus andanzas de estudiante y las del grupo de jóvenes que eran sus compañeros en el Colegio Nacional de Buenos Aires, recién fundado sobre el antiguo seminario (internado) de los jesuitas, en un antiguo edificio de la calle Bolívar situado en la llamada Manzana de las Luces (en Buenos Aires), que albergaba también la universidad y el templo de San Ignacio”. Es buena la idea del señor García Aguilar, digna de imitarse con la inauguración de otro desván llamado ‘Senilia’ (neutro plural del adjetivo latino ‘senilis’ -‘senil, que pertenece a los viejos’), para esconder allí toda la producción literaria descartable de muchos adultos y viejos que se autodenominan novelistas y poetas, disciplinas para las cuales no nacieron. El único inconveniente es que dicho desván tendría que ser espaciosísimo.
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En el mismo artículo, su autor escribe ‘estalácticas’ por ‘estalactitas’: “…escriben esos textos que surgen del instante como estalácticas en cavernas del tiempo”. La primera palabra no existe; la segunda, ‘estalactita’, sí, y es una “concreción calcárea pendiente como un carámbano del techo de las cuevas, formada por la filtración y evaporación de agua con sales calizas o silíceas disueltas”. Su opuesto es la ‘estalagmita’, “estalactita invertida que se forma en el suelo con la punta hacia arriba”. Aunque la tilde de ‘estaláctica’ me hace dudarlo, su error pudo ser de digitación. No así los siguientes: 1º.) “…porque aun no han vivido ni han recorrido el gran tobogán errático de la existencia…”. En esta frase, el adverbio ‘aún’ lleva tilde, porque es de tiempo (‘todavía’); sin tilde, de modo (‘incluso’). 2º.) “Y la lectura de esos volúmenes son una verdadera delicia para los amantes de la poesía…”. Y en ésta, el verbo ‘ser’ debe concordar con su sujeto, ‘lectura’, en singular, así: “La lectura de esos volúmenes es…”. Quisquillas, pero de suma importancia.
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El columnista Abdón Espinosa Valderrama nos regaló este rubí: “A cueros al sol se sacaron verdades y conjeturas sin el menor reato por comprobar su veracidad” (El Tiempo, 10/11/2016). Yo le sustituiría ‘a cueros al sol’, locución equivocada, por ‘como cueros al sol’, que sí cuadra en el contexto. Y le cambiaría ‘reato’ (“obligación que queda a la pena correspondiente al pecado, aun después de perdonado”), fuera de lugar en la oración, por ‘intento’ o ‘empeño’, que sí expresan lo que el señor Espinosa quiso decir. Y en ésta, del mismo artículo, “En lo sucesivo, las ejecutorias de uno y otro serán indivisibles”, en vez de este adjetivo pondría ‘inseparables’, sin duda el adecuado, porque es esto lo que pretendió hacernos saber.
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Hay comas imprescindibles, y otras que pueden reemplazarse por un punto. Pero hay unas que deben quedarse en el teclado, porque su uso no tiene justificación y obstaculizan la lectura. Una de éstas, la que algunos redactores emplean chapuceramente para separar el sujeto de su verbo, como en las siguientes frases del docente Elceario de J. Aristizábal: “La cultura, se hizo presente en la ciudad de Manzanares…”. “…demostrando que Manzanares, ha sido la cuna de literatos de gran nombre…” (LA PATRIA, Voz del lector, 10/11/2016). Y ésta, del doctor Jorge Raad Aljure: “La tecnología, es imparable” (Ibídem, 15/11/2016). Las tres comas sobran. El sujeto puede estar separado de su verbo cuando se les intercalan frases incidentales o subordinadas, como en este ejemplo de Cervantes: “El ventero, que vio a su huésped a sus pies, y oyó semejantes razones, estaba confuso mirándole, sin saber qué hacer ni decirle…” (El Quijote, I, III). En esta muestra, ‘el ventero’ es el sujeto, y su verbo, ‘estaba’, separados por oraciones subordinadas. Elemental.
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