Los colombianos nos enorgullecemos de nuestra cultura política. Sacamos pecho porque tenemos una de las democracias más antiguas de América Latina. Sin embargo, ese cuento es muy difícil de "tragar". Una muestra es la abstención que tradicionalmente se da en las elecciones, que ronda por el 50%, en los casos más favorables, aunque el pasado 25 de mayo llegó al 60%.
En las pasadas elecciones tuvimos candidatos para la presidencia para todos los gustos. Desde el actual presidente buscando su reelección, pasando por la extrema izquierda, hasta la derecha y con una excelente participación femenina. Pero los electores no se sintieron ni cautivados, ni atraídos.
Tal como están las cosas, con respecto a nuestras elecciones populares se van a tener que tomar decisiones que motiven u obliguen a los electores a cumplir con su deber o su derecho. Hay que dejar en claro que la comunidad en general no ve con buenos ojos a los políticos. Es extraña esta posición en un país donde el gran empleador y el que maneja grandes recursos es el estado. Lo lógico sería que todo el mundo estuviera vigilante y atento de lo que sucede en el gobierno. Sin embargo, a los políticos los ven corruptos, de malas maneras y mentirosos, pero no toman ninguna decisión para propiciar el cambio. La comunidad tiene el convencimiento de que su voto no pesa, por lo que deciden marginarse de tomar la decisión permitiendo que todo siga igual.
Las encuestas también pueden influir en la abstención. En muchas oportunidades los electores votan por el candidato que según las encuestas vaya de primero o que al menos esté entre los que supuestamente tienen mayor aceptación; es decir, son triunfalistas, pero también hay otro grupo que ven que la persona de su gusto no tiene ningún chance y optan por no votar.
Es hora de hacer un cambio en el sistema electoral. Tal como están las cosas, la abstención para el 15 de junio pinta igual a la anterior y no está nada bien que un presidente sea elegido con una votación de este nivel. Claro, los primeros que no están interesados en la reforma son los mismos sectores políticos. Es más fácil tener un electorado amarrado y que voten sólo los que están comprometidos con ellos. Sin lugar a dudas tiene mucha mejor presentación un gobierno elegido con una participación mayor del 90% del electorado que una en la que solo participe el 40%.
De todas maneras hemos tenido cambios en lo que tiene que ver con las elecciones. Anteriormente la elección del presidente coincidía con la de los congresistas. Eso ya se modificó. Se planteaba que la elección de los senadores arrastraba y amarraba a los electores por determinado candidato presidencial. Hoy en día toda la fuerza electoral la tiene que hacer el candidato presidencial, así tenga el apoyo de los congresistas.
Son muchas las razones para la abstención. Además de la mala imagen de los políticos y del tema de las encuestas, puede ser el clima o especulando respecto a lo que nos va a pasar el próximo 15 de junio cuando estaremos en pleno mundial de fútbol y celebrando el día del padre, es decir, en otro cuento. Todo sirve como disculpa. Pero no todo fue negativo en las pasadas elecciones, pues mostró que en algunas regiones si hay voto de opinión, como sucedió en Manizales donde Clara López fue la segunda más votada.
De todas maneras la campaña presidencial ya prendió motores y así debe ser. Muchas personas piensan que las campañas deben ser largas, pero estas son costosas, desgastadoras e inclusive pueden cansar y alejar a los electores. Una campaña seria debe durar máximo tres meses. Ese es un tiempo apropiado para que los candidatos puedan exponer sus propuestas y el electorado pueda tomar su decisión. La actual campaña se prendió con una guerra sucia y sacándose los candidatos los trapitos al sol; sin embargo, de pronto esta "guerra sucia" sirvió para que la abstención no fuera aún mayor.
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Ahora que Bogotá está celebrando los 40 años de establecer la ciclovia en esa ciudad, conviene hacer la reflexión de la importancia de exigir el uso del casco a los ciclistas. Nada más peligroso que una caída de una bicicleta si no se tiene ninguna protección para la cabeza.
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