Una de las definiciones de lógica que ofrece el DRAE es: “Disposición natural para discurrir con acierto sin el auxilio de la ciencia”. De esa cualidad carecen los funcionarios encargados de cumplir la normatividad que regula el discurrir de la sociedad, porque prevalece en ellos la soberbia, que emana del mandato que les entregó un nombramiento; y si es una elección popular, peor. Por eso las tragedias, las calamidades, las crisis económicas y los desórdenes no se previenen sino que se curan. En Colombia, para mencionar un solo caso, el manejo de la agricultura ocupa amplios espacios en las estanterías oficiales, con textos por los que los gobiernos han pagado costosos estudios que jamás se aplican.
Uno de los mandatarios colombianos que mejor se preparó para llegar a la presidencia de la nación fue Carlos Lleras Restrepo (1966-1970), quien pasó por la Contraloría General, el Ministerio de Hacienda, el Congreso Nacional y la cátedra universitaria y fue el inspirador de la economía como ciencia, para que se adoptara en la educación superior como carrera completa, no como simple materia. Cuando Lleras se instaló en la casa presidencial, en lo que tiene que ver con la agricultura, creó el Incora y el Idema. El primero, para adquirir tierras incultas de gran extensión y entregárselas en pequeñas parcelas a los campesinos, para producir alimentos e insumos para la industria, con la debida asesoría técnica, manejo de riegos y otros. Y el segundo, para regular el mercado de la producción agrícola, garantizándoles a los campesinos precios de sustentación, guardando excedentes para tiempos de escasez e importando lo necesario para cubrir eventuales desabastecimientos. Ambos fueron presa del clientelismo, cumplieron malamente su función y terminaron liquidados. ¿Qué paso? Con los recursos del Incora se les compraron tierras malas a terratenientes, a precios insólitos, para que los dueños se desenhuesaran de ellas, remunerando a funcionarios y políticos intermediarios “por los favores recibidos”. Y a los campesinos “beneficiarios” del programa solo les quedaron las deudas. Y en las inmediaciones de las oficinas del Idema se instalaron agentes, amigos de los gerentes, que les compraban a los agricultores sus productos y enseguida se los vendían a mayor precio a la entidad oficial, cuyos administradores eran generosamente remunerados. De esas buenas iniciativas del presidente Lleras el clientelismo no dejó nada.
La lógica indica que Colombia puede ser autosuficiente en productos agrícolas y proveedor de muchos países. Pero todo se importa, con mínimas excepciones, porque las tierras fueron adquiridas, por las buenas o por las malas, por latifundistas, paramilitares, guerrilleros, políticos y hasta magistrados, que las ocupan con ganadería extensiva y cultivos de largo plazo, que administran con unos pocos peones.
Y ahora, cuando el dólar se trepó a los tres mil pesos, anuncian los funcionarios oficiales que se van a sembrar no sé cuántos miles de hectáreas de maíz, para sustituir importaciones. Y la lógica pregunta: ¿Por qué no se hizo antes?
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