Del asesinato y desaparición de 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa en septiembre del 2015 se han escrito muchas páginas. Se trata de un drama que provocó tanta confusión, que se requiere entender y para esto nada como el buen periodismo, representado en un gran reportaje. Eso es lo que intenta el libro Ayotzinapa - Mentira histórica - Estado de impunidad, impunidad de Estado.

Esta obra del periodista mexicano Témoris Grecko no se consigue desafortunadamente en Colombia, pero llegó a mis manos en forma de regalo y ha sido toda una lección de buen periodismo, de cómo deben los periodistas actuar ante hechos que nos quieren vender como aislados, pero no se tiene en cuenta que en muchas ocasiones el resultado es apenas la lógica terminación de un proceso.

Este libro arranca por explicarnos de dónde viene la violencia generada en el lugar en donde se presentaron la matanza y desaparición. De dónde vienen sus protagonistas, por qué los militares son intocables en México -como casi en cualquier país latinoamericano-, de dónde la estigmatización de los normalistas rurales y cómo es que el Estado hizo todo para defender su verdad histórica que, al final se demostró, es una mentira histórica.

Un amigo y colega mexicano me dijo cuando le comenté del libro que tenía cosas muy valiosas el texto, pero que tenía cierta carga ideológica. ¿Pero cómo no ponerle carga ideológica a una historia en la que se muestra claramente cómo el peso del Estado sirve para matar, sirve para mentir, sirve para arropar a quienes se han enriquecido y corrmpido?

La primera parte del libro nos relata, a manera de guía turístico, el pentágono de la amapola, cómo el estado de Guerrero "es, con distancia, el primer productor del continente americano, con una ventaja tan grande que produce 12,5 veces lo que el siguiente país productor, Colombia".

Un lugar que parece sacado del lejano oeste. En donde los delincuentes se toman el poder por las urnas, tienen conexiones con autoridades federales, en donde gobiernan personajes de vergonzoso pasado, en donde la amapola genera recursos impensados y que justo en donde se cultiva la planta de donde sale la heroína está rodeada por puestos militares que parecen no darse por enterados.

Otra valentía que muestra Grecko es la de criticar a los colegas, a los medios que de manera irresponsable reproducen las mentiras oficiales como si fueran hechos contundentes, sin contrastar la información y sin verificarla de alguna manera. Por ejemplo, sobre este tema, cuando aún no se conocía la muerte de los normalistas, solo el enfrentamiento, un diario se atrevió a titular: "Por fin se pone orden".

Lo que hace Grecko, además de su propia investigación, es reunir lo conseguido por otros periodistas y organizaciones de derechos humanos o investigadores, para juntar todo y darle orden. Es ejemplar la manera como el autor cose los hilos de las contradicciones entre las autoridades, de cómo intentan ocultar su participación, de cómo lo que dicen una vez lo contradicen a la siguiente, cómo quieren bajarse de la responsabilidad aunque al principio mostraban que trabajban coordinadamente.

Y ni hablar de lo hecho por la Procuraduría General en busca de sostener su verdad, la del Gobierno, que se fue desmoronando poco a poco. Se les fue cayendo a pedazos y aún así mostraron terquedad para intentar vender lo que a la postre fue solo una mentira.

Es imposible leer este libro y no darse cuenta de los vasos comunicantes con Colombia, con lo que ha sucedido en lugares en donde el narcotráfico impuso su ley, en donde las autoridades eran apenas fichas puestas por el crimen organizado y en donde actuaban sin Dios ni ley. Una tragedia tanto allá como acá. Un libro que ojalá puedan conseguir y leer.

Está suficientemente documentado. Capítulo a capítulo trae las notas bibliográficas de donde extrajo muchas de las cosas dichas y al final el epílogo de conclusiones con perspectiva a las elecciones del 2018, donde pone el dedo en la llaga. Sí tiene carga ideológica y a veces se repite en los detalles, pero es la manera de tratar de dejar las cosas claras, las que todavía no tienen los deudos de los 43, que siguen buscando sus cuerpos y la verdad, cada vez más esquiva.