Siempre me ha llamado la atención el hecho de porque la Fiesta de los Toros, espectáculo que llegó al nuevo mundo de mano de descubridores y colonizadores españoles, vale decir actividad puramente ibérica, nunca fue estigmatizada, prohibida ni perseguida, como sí lo fueron otras costumbres importadas, una vez lograda la independencia en Colombia.
Aún cuando la ruptura con las prácticas del pasado colonial tomó tiempo, la “modernización” de la nueva patria se fue dando sin prisa pero sin pausa, y poco a poco se introdujeron reformas como la supresión de las castas, de modo que las categorías sociales se redujeron a dos: libres y esclavos, desapareció la prohibición para la emigración de judíos, moros y gitanos, se decretó la libre navegación por los ríos y otros muchos “adelantos” que no citaré por no ser este el objeto de la misiva.
Pero volviendo al tema principal, claramente se ve como los “nuevos colombianos” adoptaron el espectáculo taurino como parte de su naturaleza y no como una imposición del imperio español. Y de hecho una de las costumbres que por algunos años se conservó fue la de programar Corridas de Toros para celebrar hechos, acontecimientos o eventos que por su trascendencia debían ser destacados y es así como pocos días después del veinte de Julio de mil novecientos diez se programaron tres corridas de toros en Santafé de Bogotá, para celebrar el grito de Independencia.
Otra interesante curiosidad que de alguna forma pudo influir en que la tauromaquia no fuese considerada por nuestros antepasados como parte de una cultura extraña y enemiga fue quizá el hecho que el Libertador era bastante aficionado a la Fiesta Brava. Cuenta la historia que su gusto por los toros nació cuando en sus años mozos vivió en España y parece que acudía con frecuencia a la plaza. Pasados los años y ya convertido en Libertador escribió cartas en las cuales narraba el desarrollo de corridas que habían sido programadas en su honor y a las cuales, obviamente, él había asistido; carta famosa es la dirigida, desde Lima, al general Santander, en la cual lo pone al tanto de su asistencia a un espectáculo taurino. Naturalmente en ninguna de las corridas a las cuales asistió el Libertador se presentaron toreros españoles. Era tan seria la afición de Bolívar que llegó a escribir una nota lamentándose de la muerte de Pepe Hillo.
Muchas corridas se celebraron en su honor pero la historia destaca principalmente las que se dieron los días tres, diez y diez y siete de julio de mil ochocientos veinticinco, en Cuzco, para rendirle un homenaje por su cumpleaños, aún cuando este ya había sucedido cuatro meses atrás y las que se dieron en su honor en la Plaza de Toros de Acho, en Lima, recién proclamada la independencia de ese país, una el siete de diciembre de mil ochocientos veintiuno y otras seis en mil ochocientos veinticuatro. 
Es interesante conocer, adicionalmente al hecho que los colombianos abrazaron la tauromaquia como propia desde el día de su grito de independencia y del gusto del Libertador por los toros, la vinculación directa de la Fiesta con la independencia de nuestros pueblos, dado que entre mil ochocientos veintiuno y mil ochocientos veinte seis la recaudación proveniente de la corridas de toros que se celebraron en la plaza de toros de Acho fue destinada al ejército libertador y a la compra de navíos para la nueva república.
Recibe un abrazo de tu amigo. El Fraile.
Añadido: Resumen de la Feria del Novillero Ciudad de Manizales. Novillos y Toros de correcta presentación que recorrieron todas las posibilidades del comportamiento; desde el manso con peligro hasta el bueno, encastado y emotivo. Sequía en cuanto a novilleros. Matadores esforzados. Presidencia descontextualizada. Excelente organización. Triunfadores: el público y Cormanizales.