Abandonar a los niños a temprana edad tiene consecuencias negativas en el comportamiento y en la salud mental de cualquier ser humano, fruto del miedo, la desconfianza y el estrés por lo que está sucediendo a su alrededor y que a su corta edad no alcanza a entender. Los niños requieren sentirse seguros y cuidados, lo que no es posible cuando el padre o la madre están ausentes. Hablar, acunar, alimentar, cuidar, proteger, son todos verbos para conjugar desde el amor, la ternura, la constancia y la presencia.
Los vínculos se construyen a través del contacto físico y de la expresión de las palabras cálidas y tranquilizadoras, un niño recién nacido generalmente reacciona ante el arrullo, el canto o caricias que le apacigüen cuando se encuentra llorando, molesto, o enfermo. Cuando un niño está enfermo sí que es el momento para probar el nivel de compromiso de sus padres, a través de la paciencia, la entrega y la amorosa disposición para dar lo mejor.
Mientras existen padres y madres que se turnan para cuidar y mimar, otros con expresiones fuertes y vulgares maldicen esta situación, se desesperan con el llanto y creen que con los gritos pueden callar las quejas. Ya pesar de que en un suceso como este quizás los padres no se han marchado, los niños sienten el rechazo y la indiferencia que es otra forma de abandono, lo que genera en el niño miedo, inseguridad y estrés.
El abandono es una forma de maltrato y violencia, al no atender las necesidades básicas, se expone a los niños a correr múltiples riesgos entre los que se encuentran los de multiplicar las violencias en diferentes contextos.
Para algunos autores la violencia que se infringe a los niños es catalogada como una enfermedad social que provoca respuestas, emocionales, psicológicas, cognitivas, educativas, sociales y físicas entre otras, lo que quiere decir que afectan tanto la socialización primaria como el proceso de desarrollo.
De igual manera es necesario comentar que muchos niños nacen sin que exista alguien que los espere con anhelo y amor, en algunas ocasiones son la consecuencia de actos irresponsables, lo cual puede impedir que se configure el apego y los vínculos necesarios para proveer emocionalmente las necesidades de proximidad, confianza y pertenencia necesarias para dar paso a una afectividad emocionalmente segura.
Los resultados de todos estos actos, lo viven algunos de estos niños todos los días, y por mucho tiempo: Baja autoestima, atraso en el desarrollo, conductas agresivas y desafiantes, adicciones, ideación suicida, actos de delincuencia, intolerancia, dificultades de socialización, baja tolerancia a la frustración, ausencia de un proyecto de vida claro, vida sin sentido, ni significado.
Si una pareja cualquiera que sea, pensara todo el sufrimiento y maltrato que va a causar con el abandono, quizás estas historias podrían disminuirse. Sin embargo la realidad de nuestro país es otra muy diferente y dolorosa, existen muchas personas presentes para la intimidad y totalmente ausentes en la responsabilidad. Finalmente, el abandono ocurre en todos los estratos sociales y no está unido solo a la falta de dinero, o a alguna enfermedad, más bien es a la ausencia de sensibilidad, compromiso, responsabilidad, y valores humanos. Le falta humanidad a quien abandona un niño indefenso. ¿O que cree usted, que está leyendo esta columna?.
Psicóloga
Docente Universidad de Manizales
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