Las tragedias en nuestro país son numerosas y frecuentes, algunas veces éstas ya han sido anunciadas y según dicen los expertos, hubieran podido prevenirse y hasta evitarse, son las mismas palabras para diferentes hechos y distintos duelos. Sucesos que quiebran la historia de las comunidades y las familias, y dejan desolación, desesperanza, desarraigo, y una inmensa sensación de despojo y soledad. Las tragedias son acontecimientos traumáticos que irrumpen en cualquier momento de la vida de las personas, son horas, días y meses en los cuales las defensas de los sobrevivientes rebasan sus fuerzas y aprendizajes anteriores, provocando un nivel de estrés que desequilibra e inclusive paraliza su transitar por el mundo, transformando todas sus costumbres y rituales personales y familiares.
Colombia es un país en duelo, muertes y más muertes que en pocos meses se transforman en una estadística más, mientras que familiares y amigos, quedan con sus heridas emocionales abiertas y en situación de indefensión, orfandad, desesperanza e incertidumbre. Y es que con los seres humanos muertos o desaparecidos, también se van los proyectos, los sueños, las metas, las ilusiones, perdidos de un tajo.
Los duelos causados por tragedias necesitan tiempo, tiempo para llorar, gritar, reclamar, entender, elaborar, aceptar, gestionar, asumir, recuperar, reparar, digerir, sanar, reflexionar, aprender, reorganizar, resignificar, recomenzar, en fin tiempo y paciencia para volver a vivir, aunque al principio se piense que no vale la pena y que ante tantas y desgarradoras pérdidas, se sienta que todo en su mundo carece de sentido. En un duelo, duelen el afecto y los vínculos, esos hilos invisibles y fuertes que unen poderosamente a los seres queridos a pesar de la pérdida, sentimientos que de manera paradójica se exacerban con estas desgracias, y es que con la muerte no se acaba el amor, ni se llega al olvido, el amor sigue ahí, vivo, dolorosamente vivo.
Una persona en duelo, requiere soporte afectivo, emocional, espiritual y en muchas ocasiones también profesional; con el fin de aprender a cuidar de su salud psicológica y física, necesita también que se le respete y se le acoja sin juzgar, precisa colaboración para ir incorporando nuevas narrativas a su experiencia y aprendizaje de dolor. Acompañar, escuchar, proteger, son verbos para conjugar en presente, cuando a partir del sufrimiento se ha perdido también el equilibrio, la confianza, la autoestima y la dignidad. Por otra parte cuando los sobrevivientes no encuentran a sus seres queridos, están sometidos a un mayor nivel de estrés y de ansiedad, que les afecta negativamente, mientras sus sentimientos danzan entre el desconsuelo y la esperanza.
Colombia es un país en duelo. Por cada persona muerta, desaparecida, asesinada, secuestrada, violada, hay familias enteras con aflicción, a ellas hay que sumarle los amigos, los compañeros, en fin, tantos muertos sin despedir, tantos duelos sin sanar, tantos nudos de angustia sin desatar. -Le invito a que piense en este momento en ¿cuántas personas pueden estar en Duelo en este país?
Psicóloga
Docente Universidad de Manizales
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