Esteban Jaramillo
LA PATRIA | Bogotá
Con Jaime Pineda al aire, lanzado y protegido en la caída por los brazos musculosos de sus jugadores, como gratitud emotiva por la seriedad y el cumplimiento en los compromisos contraídos; con un gigantesco bus como telón de fondo, el mismo que llegó minutos antes como Papá Noel después de sortear derrumbes y trancones, desde Medellín, cargado de televisores alta definición para el plantel, cerró su fiesta de despedida el Once Caldas en su finca, en las afueras de Chinchiná.
Pineda recibió su premio merecido porque desentrañó rápido las claves de la crisis y aportó soluciones empresariales, para salvar, en dos años, la economía del club, en bancarrota desde que en administraciones pasadas los dineros recaudados tomaron rutas no explicadas.
Un sentido discurso de Carlos Giraldo, jugador de salida y becado por el blanco para estudiar a distancia en Argentina, puso sellos de solemnidad a la celebración, anunciando que algún día regresará como entrenador. No estaban los extranjeros que nunca, en el semestre, tuvieron papel relevante y que temprano habían marchado con pasaje de regreso asegurado. Fueron los últimos contactos con el equipo de Edwards Jiménez, obligado a emigrar y con empresario al lado buscándole un destino.
Entre bromas, risas, alegría, abrazos y camaradería, Flabio Torres mantenía activo su teléfono móvil. Le ofrecían un abanico de jugadores que buscan nuevo empleo. Un ecuatoriano con éxito en Bolivia, un paraguayo delantero y goleador, dos argentinos con fama y recorrido y hasta surgía la oportunidad de repatriar a Dayro, con pago de sueldo compartido con Tijuana. También llegaba el nombre de Tréllez, prodigio juvenil en el pasado, hoy en veremos en Atlético Nacional. Un zaguero del Cali entró en carpeta al igual que dos volantes del Huila y de Envigado, Dídier Moreno y Yilmar Angulo. Se enredó lo de Macalister Silva del Tolima y se intentaba ajustar el acuerdo con Elkin Soto, en progreso, pero no sellado. Por Hechalar, siempre candidato, Huila ya había pedido millón y medio de dólares y por Juan Caicedo, revelación del torneo a los 25 años, sus empresarios tuvieron una exigencia desorbitada, inaceptable para el medio colombiano. Sirvió la velada para desmentir la salida de Johan Arango, porque desde Holanda llegó una oferta poco tentadora y el arribo del uruguayo Julián Lalinde, de limitada actividad en los últimos semestres.
Fue la fiesta de la despedida, con poco trago, una apetitosa comida con la sazón de Cuezzo que los jugadores degustaron, críticas y correcciones anunciadas y prometidas, para el ejercicio que comenzara el 5 de enero, probablemente en Chía, cerca a Bogotá, con partido confirmado el Día del fútbol antioqueño, en Medellín, contra un combinado paisa a finales del primer mes del año.
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Pineda recibió su premio merecido porque desentrañó rápido las claves de la crisis y aportó soluciones empresariales, para salvar, en dos años, la economía del club, en bancarrota desde que en administraciones pasadas los dineros recaudados tomaron rutas no explicadas.
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