No te imaginas el dolor que me causa tu despedida aunque hace años se nos castigó condenándonos a verte con la mirada perdida y la conciencia distante, muy a pesar de que hace tiempo tu silencio nos golpeaba obligándonos a darte un adiós pausado.
No te imaginas cómo lastima el no haber podido disfrutarte ni cómo odié ese, ese ¡tu silencio obligado!, que me privó de tu experiencia, de tus historias, que me negó tu cariño, tus besos y tus abrazos.
No te imaginas lo mucho que te amo, pero ojalá recuerdes los besos que en silencio te dejé plasmados, viendo la inocencia que te había congelado.
Hoy llegó la hora despedirnos de tu cuerpo, pero puedes estar seguro de que tu inmenso legado queda entre nosotros, aquí, tatuado en nuestra alma, honrando la memoria de ese gran hombre que fuiste, un gran hombre en todos los campos; y esa hermosa historia que con ‘Crucita’ escribiste.
Vé al lado de tu viejita, no te imaginarás todo lo que tiene por contarte y tú dile que puede estar segura de que ustedes hicieron un gran trabajo y que ahora juntos, desde allá arriba podrán mirarlo.
El cielo está de fiesta, y ¡cómo no!... si les ha llegado una eminencia, los ángeles celebran con trompetas, para ellos todo es alegría porque a partir de hoy disfrutarán de tu compañía.
Carolina Marín Rivera
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