¿Qué le pasa al proceso de paz?
Señor Director:
Los anteriores diálogos con las Farc y el Eln fueron siempre recibidos con gran entusiasmo en las clases altas. El pueblo raso se entusiasmó menos, pero sí tuvo algo de esperanza. Sin embargo, nunca hubo ni la oposición ni el escepticismo a las conversaciones como en este proyecto de Santos. ¿Por qué? Veamos algunas razones:
1. Precisamente los fracasos de los anteriores intentos de acuerdo desacreditaron las conversaciones con las guerrillas.
2. Las Farc y el Eln han extremado el terror y los abusos contra la población civil en estos últimos 20 años. Las últimas masacres de soldados y policías han aumentado las razones para no querer los narcoterroristas.
3. Uribe demostró que las Farc no eran invencibles y que Colombia sí estaba en condición de derrotarlas. No ha habido una guerra civil entre colombianos sino un grupo de delincuentes abusando de un pueblo desprotegido por gobernantes incapaces. Uribe llevó a las Farc al borde de su tumba. Santos las resucitó.
4. Los más perjudicados políticamente con el terrorismo han sido precisamente los sectores de izquierda. Con un líder tan brillante y carismático como Bernardo Jaramillo la izquierda, sin la violencia generada por las Farc, ya habría ganado la Casa de Nariño. Fue sacrificado Bernardo y sobrevivieron elementos tan perversos como Iván Márquez y Timochenco. Con casi 4 años de inútil bla bla bla, ningún esfuerzo del gobierno, de la gran prensa y de la Iglesia va a cambiar nuestro rechazo a la Farcsa de La Habana.
Álvaro Botero
Manizales segura
Señor Director:
Fueron diez años de lucha para enterrar un impuesto que no cumplía con su misión y objeto. Se puede decir, con meridiana claridad, que se creó para constituir una empresa particular, similar a una burocracia de Estado. En ninguna otra ciudad se aprobó un proyecto de esta perversidad, que en sentencia de primera y segunda instancia, deja una grave secuela contra la moralidad administrativa. Todo un despilfarro de dinero que cada año, producía indignación a los miles de quejosos que se preguntaban para qué un impuesto que no sirve para nada. No había esquina, barrio, comuna, vereda, corregimiento que no se quejara de la alta inseguridad. Pasó el impuesto por varios alcaldes que nada hicieron para atacar ese foco de dinero mal concebido. Era una verdadera olla podrida. La inseguridad, por ejemplo en la renovación urbana de San José, es palmaria, se infiere de otra sentencia de los jueces. Muchas demandas, quejas, llamados de atención se hicieron en todos estos años, sin que se parara este abominable impuesto.
Se liquidó la empresa, ahora, se procede a derogar el acuerdo municipal. Nació, creció, y se muere en la peor de las desgracias, que no es otra, que el reconocer que no servía para nada y que alimentaba a muchos sujetos que se lucraban del trabajo de miles de ciudadanos. Hallazgos administrativos y fiscales le llovieron a este esperpento. Fueron varios años de fiesta corrupta y una burla a la propia autoridad de policía, que también extendía la renuncia relacionada con motos que no servían y con cámaras de seguridad imperfectas. La empresa era toda una galería de parásitos que vivían a costa de los impuestos.
Pues bien, se produce al final de esa historia mezquina, sin embargo, quedan sinsabores, como es el que la gente pagó por muchos años un impuesto injusto, que además debe seguir pagando hasta que entre el 2016. No se devuelve la plata a las víctimas y, los victimarios, de alguna manera salen victoriosos, a no ser que la Fiscalía, proceda a privarlos de la libertad como amerita esa porquería de historia de timadores del nuevo siglo, que son tan inteligentes, que se lucran, no precisan de devolver dinero al contribuyente y pueden pasar a seguir con otro sucio conato.
No puede cantar victoria ninguna autoridad o institución frente a enterrar ese impuesto, porque la muerte de este proviene de evidencias y fundamentos fácticos que son producto de acción popular establecida y que produjo una sentencia contundente como para que se proceda a un final feliz. Mucho menos, podría decirse que es voluntad del alcalde, cuando lleva más de tres años en su puesto, conocía muy bien esa empresa de Manizales Segura, pudo haber tomado una iniciativa para proponer acabar con ese impuesto, pero se resistió para beneficiarse de los dineros de los contribuyentes; disfruta hasta el final del túnel y se presta a terminar su periodo dejando la sensación de que acabó con algo que producía asco y desprecio en la comunidad afectada. Manizales está segura de que no ha pasado nada, como siempre. A los manisalados, les pueden hacer toda clase de daños, sin que se tenga respuesta eficaz contra los pícaros. Pueda ser que despierte este pueblo en las elecciones de octubre, porque es hora de castigar a los delincuentes de cuello blanco y a reconocer a los decentes ciudadanos que denuncian la falta de moralidad administrativa. Es un reto. El que se decida a cambiar esto, tiene la palabra.
Enrique Arbeláez Mutis
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