La matemática. Fuente de la inteligencia
Señor Director:
La matemática es el lenguaje de la naturaleza, la ciencia y la tecnología; contribuye al fortalecimiento de aptitudes como la confianza, la autonomía, la capacidad para enfrentar desafíos, despierta una mirada curiosa frente al mundo que nos rodea, induce al desarrollo de habilidades comunicativas que hacen más precisa y exquisita la expresión de ideas incorporadas a un idioma argumentativo.
En Japón, los médicos establecieron que cuando las personas se jubilan su mente deja de estimularse y esto acelera el proceso de envejecimiento, además de propiciar el desarrollo de algunas enfermedades relacionadas con la memoria, la coordinación y la agilidad mental. Para combatir este mal y brindarle una mejor calidad de vida a los adultos mayores se crearon programas basados en un antiguo método de aprendizaje denominado Kumon, mediante el cual se ejercita el cerebro a través de la matemática; el médico japonés, Kwa Shima, afirma que el ejercicio de resolver operaciones como adiciones, restas, multiplicaciones y divisiones tiene un impacto muy positivo en las células cerebrales al fortalecer y recuperar habilidades que se pierden con la edad.
En este enfoque la matemática es fuente de inteligencia: exige del cerebro el máximo, al generar intrincadas interconexiones neuronales a merced de su plasticidad que le permite renovarse, permanentemente, a medida que se adapta a nuevas situaciones; dicha inteligencia, iluminada por la energía de los números, nos faculta como humanos, para leer, escribir, realizar cálculos, componer música, recordar el pasado, planear el futuro e imaginar lo que no ha sucedido.
Sin embargo, este saber desde su misma constitución como ciencia, mucho antes de la Escuela Pitagórica, en el siglo VI a. C., se revistió de un cierto carácter elitista y selectivo por su elevado grado de complejidad y, todavía hoy se constituye en el filtro selectivo de todos los sistemas educativos; son muy pocas las personas que en el período de escolaridad obligatorio llegan al dominio de las formas básicas de la aritmética, la mayoría se queda en una escala baja y no ingresan a este grupo; para los últimos la experiencia matemática se vuelve una frustración; ven condicionadas sus elecciones académicas y profesionales por sus limitaciones para abordarlas.
Esta decepción tiene su génesis en el empleo de una didáctica que no apunta a la evolución natural de la mente y que ignora la etapa de las operaciones concretas que se materializa en un escenario tridimensional; dicha apuestas metodológicas se apoyan en el hemisferio izquierdo, experto en la simbolización, verbalización, secuencialidad, abstracción, memorización y mecanización, facultades que no son aliadas de la aprobación del conocimiento.
Un rediseño de dinámicas que tengan como norte optimizar las facultades del hemisferio derecho, (espacial, holístico, sintético, creativo, intuitivo, geométrico, sensorimotor, visual), contribuirán a un eficaz aprendizaje con el desarrollo de pensamiento lógico y unos niños alimentados por la motivación, la curiosidad y el interés.
Orlando Salgado Ramírez
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