Operación Serpiente. Ese fue el nombre de una investigación policial contra cerca de 40 personas de Manizales por concierto para delinquir agravado y enriquecimiento ilícito. Un caso que ya huele a impunidad y que quizás así se quedé, debido a la imposición de medidas de aseguramiento insólitas y otras que dejan mucho que desear de la justicia. Debido a eso he recordado un caso semejante que viví también como periodista.
Transcurría el año 2008. trabajaba en Pereira. Un domingo llegué entusiasmado a las 9:00 de la mañana al Comando del Departamento de Policía de Risaralda. La noticia era buena: el día anterior capturaron a un hombre que estaba relacionado con una innumerable lista de delitos, manejo de ollas y distribuidores de alucinógenos. Pero cuando vi al comandante de Policía, el coronel Poveda, lo que noté en su rostro fue la prolongación de una pálida pared.
Ese día, muy temprano, alias Lucas, el capturado, había sido cobijado con medida de aseguramiento en detención domiciliaria. ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Porqué? La respuesta no la tenía el oficial. Entonces tratamos apenas temas relacionados con unos homicidios que coincidieron con la detención del señor.
La semana siguiente obtuve la copia audiovisual de esa audiencia. Parecía una reunión de personas en la que los intervinientes convinieron en que el señor, que ni pudo dar la dirección de la casa donde vivía, lo debían enviar con detención domiciliaria por el tremendo arraigo que tenía entre la comunidad. Unos días después elaboré un informe periodístico, en el que concluía lo poco que valía la vida en unos barrios de Dosquebradas. Lo titulé: "Los jóvenes se matan por las monedas del narcotráfico". En palabras de un joven del barrio San Judas recuerdo claramente que me dijo: "se están matando por los mocos". De nuevo aproveché para hacer alusión a la desconcertante manera como el hombre aquel recibió un beneficio tan inmenso.
A la semana siguiente volví a ver aquel muchacho que entrevisté. Me aconsejó que dejara a Lucas quieto, que él era el hombre que tenía todo en orden y además lo querían mucho los patrones. Aunque era una clara advertencia la indignación por la posible impunidad pudo con cualquier resquicio de temor. Jamás volví a saber de alias Lucas hasta que lo condenaron por un homicidio en el 2011. Así volví a sentir algo de confianza en la justicia.
Pero esa esperanza así como renace, también se desvanece, por ejemplo, cuando hay que ver a un narcotraficante en su casa de Manizales, bajo detención domiciliaria, con permiso de trabajo, imputado en una solitaria audiencia en la que los intervinientes resolvieron fácil la situación. Un investigador judicial me dijo con ironía ¿en qué va a trabajar si solo sabe hacer una cosa? La respuesta más que obvia desata un desconcierto y casi certeza de que en esas circunstancias la judicialición de bandidos de nada sirve si les dejan la patente para que sigan controlando las ollas de la Galería, Sideral, El Carmen, 20 de Julio y Los Agustinos. Lo anterior sin duda tiene una relación estrecha con algo ya publicado en este blog: "El que controla la Galería controla a Manizales".
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