En este caso no se trata de la ciudad italiana de Toscana, a orillas del río Arno y célebre por su torre inclinada ,sino por el dolor de cabeza en el cual se convirtió la sigla PISA, como Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes, por iniciativa de la OCDE ,traducido como Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico.
Extraña, que ahora sí, de acuerdo con los resultados tan” vergonzosos “ y “ caóticos “, según los analistas, nuestra educación colombiana es de mala calidad.
Ahora sí, se pregona por todos lados y a los cuatro vientos que nuestra educación, no aporta al desarrollo del país, que nuestros egresados no dan la medida de acuerdo con los resultados; ahora sí el gobierno se queja de las grandes inversiones en educación y que los logros no son los esperados; ahora sí se rasgan las vestiduras desde el señor presidente de la República, Ministra de Educación y todos los demás organismos afines y de su misma naturaleza, manifestando que se trata de reformar las estructuras del aparato educativo. La palabreja de moda, es calidad, calidad y calidad.
Todos hablamos de calidad y muchos desconocemos la esencia semántica de su verdadero significado. No es fácil conceptualizar dialécticamente sobre algo tan abstracto y tan subjetivo como lo es Calidad educativa . Específicamente y sin recurrir a galimatías académicos, lo que equivale a decir disquisiciones, discursos, exposiciones a alto nivel intelectual, no son más que resultados con logros que no satisfacen las expectativas individuales y sociales como servicio que ofrece el Estado en algo tan básico y vital como es la educación.
Llama la atención que la matriz intelectual y macroorganizadora que gerencia las pruebas PISA, tenga un título tan articulado con la economía, con el “desarrollo económico”, es decir, prevalece este factor sobre el desarrollo humano que sin lugar a dudas es el capital indescartable en el desarrollo social. No se trata de crear riqueza por encima de valores superiores que debe desarrollar la educación. Basados en el concepto capitalista de crear riqueza como bienestar y factor sine qua non es muy difícil el progreso y desarrollo de una sociedad.
Se ha convertido en una verdadera pesadilla, en el coco, sicosis obsesiva, las pruebas que evalúan internacionalmente la calidad educativa. PISA, por ejemplo, ha despertado con toda su histérica vigencia el conductismo. Se aprecia a diestra y siniestra los estímulos como condicionantes para obtener premios, que en educación se llaman logros o resultados. Las instituciones educativas se convirtieron en laboratorios de experimentación y, ahora sí se orientan cursos, capacitaciones, simulacros, interpretación de preguntas, metodologías etc., “ porque si nos rajamos, quedaremos de últimos y eso significa que somos los más malos …”
La cuestión, no es que vayamos a quedar de primeros o de últimos, no se trata de mejorar el puntaje, levantando una humareda que se encargue de tapar nuestras fallas estructurales que seguramente no van a desaparecer, así artificiosamente se trate de señalar que la educación por arte de birlibirloque mejorara su calidad colocándose de la noche a la mañana en un factor primordial del desarrollo humano.
Más aún, si obtuviéramos resultados satisfactorios, no serían fruto de procesos planeados y ejecutados en el tiempo aplicando nuevas metodologías, nuevas estrategias, renovadas actitudes, sería repito, el resultado de fuegos fatuos que alumbran la oscuridad por una sola noche causando ilusionismo haciéndonos creer que la luz del día ha llegado. Preferible la sinceridad, la entereza, la franqueza y la honestidad para encarar las pruebas con los resultados que sean como indicadores válidos y creíbles que no falseen la realidad de nuestra educación con artificios, artimañas y triquiñuelas de última hora.
Excelentes las pruebas, una gran oportunidad para medirle el pulso a nuestra educación, pero sin aplicarle la vida artificial que no permite leer resultados confiables con el único prurito de quedar bien todo el mundo y bajarle el nivel de responsabilidad a la inepcia colectiva.
Si existiera sensatez, sindéresis e inteligencia social , anhelo y compromiso para cambiar los factores de la mala calidad educativa, se presentarían desprevenidamente las pruebas, y ahí sí, vamos a aplicar un tratamiento idóneo que alivie así sea en un tiempo muy largo, pero no dándole vida artificial al paciente con paños de agua tibia.
Tampoco debemos arrodillarnos ante la prepotente PISA creyéndolos el cuento que sus resultados son palabra de Dios y que es infalible su función evaluadora descalificando de tajo nuestro sistema educativo que es el que ha formado bien o mal a los colombianos y del cual han sido fruto muchos idóneos profesionales que han descollado y seguirán descollando nacional e internacionalmente colocando en alto nuestro talento como intelectuales de primera categoría.
Somos un país en desarrollo y el área social educativa también se encuentra en crecimiento y nuestra idiosincrasia e identidad nos colocan en un nivel más bajo que los países nórdicos y asiáticas. Pero como dice el dicho : ellos, son ellos y nosotros, somos nosotros. Amanecerá y veremos.
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