Fotografía: LA PATRIA
Por estos días se viene desarrollando en nuestra ciudad el Primer Taller de Dirección de Orquesta dictado por un gran representante de dicho oficio, el maestro vasco Gorka Sierra, quien luego de poco tiempo de residir en Manizales se erige ya como un baluarte de destacada importancia en el plano cultural de la región. Casi 20 músicos inscritos, entre instrumentistas y directores, tanto activos como pasivos, se benefician de esta interesante iniciativa que recoge diferentes artistas caldenses, y de otras latitudes del país.
Dicho taller se divide en dos partes, la primera (durante las tardes) revisando, comentando y discutiendo junto a Sierra, las diferentes formas de análisis de las obras sinfónicas seleccionadas. La segunda (en las mañanas) dirigiendo y poniendo en práctica dichos análisis gracias a la participación de la Orquesta Sinfónica de Caldas y la desbordada experiencia y sabiduría del ya mencionado director vasco.
Obras de Mozart, Debussy y Liszt fueron las seleccionados para trabajar en este taller, y tras el análisis realizado a cada uno de ellos, me enfocaré en uno, al que luego de escudriñar, encontramos fascinante, Franz Liszt (1811-1886).
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“Thalberg es el mejor pianista del mundo, pero Liszt es el mejor pianista posible, el único”, decía la Gazette Musicale de París al comentar el legendario “duelo” entre Sigismund Thalberg y Franz Liszt en 1837.
Liszt ha sido sin duda el pianista más grande de la historia. Inventó el recital, dedicado solo a la música de un compositor, tocó las 32 sonatas de Beethoven, abandonó las piezas llamadas de salón para interpretar conciertos que cubrían todo el repertorio pianístico, desde Bach en transcripciones hasta su tiempo, estimuló el definitivo progreso de la tecnología en la fabricación del piano y creó una escuela que aún hoy sigue la línea directa del mejor maestro de su instrumento que ha existido, ya sea en Rusia, en Italia, en Francia, Alemania, Inglaterra y estados Unidos.
Entre 1839 y 1849, Liszt emprendió lo que llaman los historiadores “La gran peregrinación”, que consistió en una serie de cien conciertos anuales, de los Pirineos a los Urales, registrados aún en novelas. Las sofisticadas aristócratas rusas cayeron a sus pies y le pidieron que se quedara entre ellas. El Dr. George Grove, editor de la primera edición del más célebre diccionario de música del mundo, reseñó su último concierto en Londres en 1886, el año de su muerte, como un milagro de imaginación, de prodigiosa técnica que jamás se había sospechado en un intérprete.
La música para piano de Liszt copa cien CD's de la casa Hyperion y fue realizada en el transcurso de muchos años por el pianista australiano Leslie Howard. En una visita de este cronista a Ted Perry, el formidable ex-taxista que fundó Hyperion, le decía “cada vez que Howard me abre esa puerta me aterro, de seguro es más Liszt”. Por supuesto, en este arsenal impresionante no todo puede ser bueno, hay banalidades, piezas de ocasión, ejercicios sin mucho valor, pero ahí están también los Estudios de ejecución trascendente, los Estudios sobre los Caprichos de Paganini, los Años de Peregrinación de Suiza e Italia, las Armonías Poética y Religiosas, la Sonata en Si menor, en fin, las Dos leyendas del final de su vida, San Francisco de Paula camina sobre las aguas y San Francisco de Asís predica a las aves.
Alfred Brendel, uno de los más grandes intérpretes de Liszt en el último medio siglo, afirmó que para él, tanto como música e interpretación, el más bello legado del piano en disco era la grabación de Las 2 Leyendas a comienzos de los cincuenta, por Wilhem Kempff.
En sus últimos años de Roma, Liszt escribió una música tan extraña y tan profética como la Nube Gris y la Bagatela sin tonalidad, que ya anuncian más que la vaguedad tonal, el quiebre de los cánones tradicionales de la armonía como lo haría Schoenberg. El joven Debussy, quien vivía en la ciudad, galardonado por el célebre Premio Roma que concedía Francia, lo visitó al final de su vida. Tres veces estuvo en su casa y se quedó maravillado por lo que oía en el piano y por lo que decía Liszt en materia de música, literatura, paisajes e historia. Hay mucho de Liszt en casi toda la obra pianística de Debussy.
El Papa Pio Nono lo llamaba “mi querido Palestrina” y lo visitaba en sus apartamentos, siempre confortables y elegantes, o aún en su austero retiro en monasterios franciscanos. Él había tomado las órdenes menores, sin los votos de pobreza ni de castidad.
Liszt había nacido en Raiding, en la Hungría aún imperial, el 22 de octubre de 1811. Él mismo se llamó, en cierta ocasión, el más gitano de los compositores y sobre esa idea de la música tradicional zíngara, bien sea oída o inventada, levantó sus 19 Rapsodias Húngaras, profecía del nacionalismo musical del siglo XIX. Cuando tenía 13 años, su padre lo llevó a un concierto de coros en la Catedral de San Pablo en Londres y desde entonces tuvo la intuición de su vocación religiosa. Pero como su vida es la más romántica posible en el siglo romántico por excelencia, que es el XIX, osciló entre las glorias de este mundo su firme vocación por el amor de las mujeres, su prestigio mundial como pianista y director y la quietud del trabajo y el refugio en la soledad de su querida Roma. Tuvo tiempo para escribir cerca de 2.500 cartas, llenas de interés, sobre la vida de su tiempo y notables por su estilo literario.
Murió el 31 de julio del 1886 en Bayreuth, pocos días después de una representación de Tristán e Isolda, habiendo sido invitado por su propia hija Cosima, viuda de Wagner y directora para entonces de los festivales. Wagner le había dedicado su Parsifal, que había terminado en Venecia y que es también la historia de un viaje espiritual. Creó el poema sinfónico al condensar en un solo episodio la idea de la sinfonía clásica, renovó el oratorio sacro según la necesidades de expresión de su siglo, transcribió para piano a Bach, las sinfonías de Beethoven y los episodios más famosos de muchas óperas desde Mozart, dando así ocasión a quienes no podían oírlas o en concierto o en las salas de ópera, para que conociesen su construcción y melodías. Fue generoso y en el caso de Wagner, en sus largos años en Weimar, fundamental para que pudiese trabajar y estrenar sus óperas.
Si al lado frívolo nos adentramos, hay biógrafos que hacen la lista de 23 amantes. Pero en el caso de Liszt, la vida mundana era para él un accidente inevitable que al final de los años compensó con su absoluta dedicación a su vocación espiritual.
Fue además el eje intelectual y en cierta forma, la fuerza motriz de la vida musical europea de su tiempo. Su vida es una novela y una de las mejores del siglo que vio a Bolivar y a Pushkin, a Leopardi y Berlioz, a Schumann y Heine, a Lord Byron y Verdi, a Napoleón y Delacroix, a Goya y Whitman, a Pugin y Chopin, a Kierkegaard y Hugo, a Tchaikovsky y Caspar David Friedrich. Del siglo que vio en fin, al Chateaubriand de las Memorias de ultratumba y al Liszt de las Dos leyendas.
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El poema sinfónico Los Preludios de Fanz Liszt, se encuentra inspirado en el texto del escritor Alfonso de Lamartine "Meditaciones Poéticas y Religiosas", cuya introducción es: <"Qué es nuestra vida, más que una serie de preludios a esa canción desconocida cuya primera nota solemne la da la muerte?">.
Prosigue el poema:
<"El amanecer encantado de cada existencia es anunciado por el Amor, pero, es su destino, que los primeros latidos de felicidad, sean interrumpidos por tempestades, cuyos violentos embates disiparán sus tiernas ilusiones, consumiendo el puro altar con fuego fatal.
Y, dónde encontraríamos el alma, cruelmente azotada, que después de ser juguete de esas tempestades, hubiera seguido otro camino al de buscar el olvido en la dulce placidez de la vida campestre?
Sin embargo, el hombre raramente se resigna a la calma bienhechora que un día le encadenó al seno de la Naturaleza. Tan pronto como el clarín suena el toque alarma, corre al puesto de peligro; es la guerra, que le llama a las filas. Porque allí, en la lucha, encontrará de nuevo la completa realización y la total posesión de sus fuerzas">.
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Este Jueves 11 de Abril, Concierto del Primer Taller de Dirección.
ORQUESTA SINFÓNICA DE CALDAS & Directores Seleccionados.
Obras:
SINFONÍA N°40 en Sol menor - W.A. MOZART
LOS PRELUDIOS (Poema Sinfónico) - F. LISZT
PRELUDIO a la Siesta de un Fauno - C. DEBUSSY
AUDITORIO, Hotel Termales del Otoño, 7:00pm.
General: $10.000.oo - Estudiantes: $4.000.oo
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