La tentación de hacer de la fe un negocio es un riesgo con el que las Iglesias deben constantemente combatir.
Cada tanto se reciben fundadas acusaciones sobre el enriquecimiento personal de los ministros consagrados o de las iglesias, una de las voces más sonada para ridiculizarnos es que para conseguir plata lo mejor es fundar una iglesia y esta desafortunada afirmación se ratifica cuando, por ejemplo: se descubre que un obispo hace reformas millonarias en su residencia o cuando un pastor invierte en propiedades en el extranjero. El riesgo que corremos los clérigos es hacer del prestigio y el poder espiritual un modo para conseguir dinero, ya la Biblia lo subraya cuando afirma que "el amor al dinero es la causa de todos los males del mundo". Vale aclarar que la tentación del dinero no es exclusiva de los sacerdotes o pastores; ladrones, usureros, avaros, timadores y corruptos los hay en todas partes. Es también cierto que de los consagrados se espera más por el carácter propio de su vocación.
El origen del problema del dinero en las Iglesias nace sobre todo por un ambiguo discurso sobre la pobreza; el término 'pobre' resulta tremendamente equívoco, cuando 'ser pobres' se entiende como no tener nada, carecer de recursos, vivir en la miseria o mendigar, pues es evidente que ninguna iglesia, ni consagrado camina en este sentido, es más la iglesia católica carga con el histórico estigma de haber sido la 'dueña del mundo occidental' y no sólo eso, allí donde la iglesia hace presencia es evidente que tiene propiedades, administra dinero, donaciones, ofrendas, diezmos.
Cuando se leen atentamente las palabras del evangelio no existe argumento sólido para afirmar que Jesús fue un miserable, por supuesto que tampoco un ricachón, era una persona sencilla, con una familia honesta y trabajadora a la que seguramente no le faltaba nada para vivir cómodamente. Es realmente estúpido pensar que los ministros deban mendigar o dar apariencia de vivir en la pobreza. El voto de pobreza habla sobre todo de sencillez, de libertad, de una actitud ante la vida, las personas y las cosas, la verdadera pobreza es aquella que nos hace encontrar en la persona de Jesús nuestro mayor y único tesoro, se es pobre cuando lo que se posee materialmente es usado para el servicio de los demás. Vivir en la opulencia claramente contradice el evangelio, como también va en contra del evangelio la pobreza social, el mensaje cristiano es claramente un mensaje de reivindicación humana, donde se busca que los menos favorecidos alcancen niveles de vida dignos. Francisco de Asís hizo de la pobreza un carisma como opción personal y no como una obligación para todos los cristianos, no comete pecado aquel que honradamente trabaja y ahorra y como fruto de ese esfuerzo goza de lo que ha conseguido, otra cosa muy distinta es acumular compulsivamente, ser egoísta o tacaño.
Las criticas fundadas o no a la riqueza de la Iglesia a veces demuestran cierta antipatía y hasta envidia, las instituciones religiosas tienen todo el derecho de esperar que su membresía ayude con ofrendas económicas al sostenimiento del culto y sus líderes, como también es inaceptable el lujo, la ostentación, la fanfarronería que muchos consagrados podemos hacer con nuestra forma de vivir, estoy seguro que muchas personas realmente se pueden sentir heridas cuando nos ven comportamientos extravagantes, como también es detestable dar la apariencia de necesitado para esquilmar a los fieles, me contaban de un párroco que se vestía con las ropa que las personas donaban para los pobres, pero, por otro lado ejercía el detestable oficio de prestar "gota a gota" trabajo tan rentable que le dio la posibilidad de adquirir una flota de taxis.
Finalmente se equivocan aquellos que tratan de ingenuos a los fieles que dan ofrendas para su Iglesia, (ingenuo el que pasa días enteros en el bingo, el que enfermizamente compra rifas y chances, el que gasta su dinero en licor o en banalidades), la personas dan porque quieren dar, porque reconocen que esa es una forma de agradecer lo que Dios hace por sus vidas. No podemos olvidar que si para algo la gente es quisquillosa y prevenida es para manejar su dinero, no se trata de un lavado de cerebro, ni la respuesta a una eufórica predicación, es simplemente la respuesta generosa de cristianos que reconocen que Dios es fiel y devuelve el ciento por uno, que saben que existe una eternidad y que el Señor pedirá cuentas a los malos administradores por haber preferido al dios Mamón que a Él.
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