"Me metí a escribir porque no quería una vida simple": Efraím Medina

DANIEL ALZATE ISAZA

LA PATRIA | MANIZALES

Eso no me infla la banana y 7 horas viendo un chimpancé lo hacen cineasta,

Canciones mediocres y Canciones aún más mediocres lo hacen músico,

Chupa nena pero despacio y Pistoleros, putas y dementes lo hacen poeta,

Cinema árbol lo hace cuentista,

La sexualidad de la Pantera Rosa y Técnicas de masturbación entre Batman y Robin lo hacen novelista,

fundar la multinacional Fracaso Ltda. lo hace empresario,

perder las 14 peleas que tuvo lo hizo boxeador,

estudiar medicina lo hizo odiar la Ley 100,

Elisa y Daniel lo hicieron papá y le cambiaron la vida y la literatura

y escuchar a Jimmy Hendrix lo hizo detestar de por vida el vallenato. “A un país le queda muy duro alcanzar la paz si considera el vallenato música y el ñame un alimento”, dice.

Pero a Efraím Medina Reyes es la vocación al fracaso la que lo hace escritor.

Aconseja sin miedo que escribir es el camino errado, pero la decisión correcta, el elemento esencial de los perdedores dispuestos a recibir golpes y a no triunfar. Alguna vez dijo que escribir era un defecto más y que uno se metía a hacerlo básicamente por razones fundamentales como no querer ser médico ni abogado, por impresionar a la chica linda de la cuadra y por no insultar al profesor que dijo que la tierra era redonda. También agregó que lo bueno de escribir es que no sirve para nada de lo que uno quiere. Según él, escribe para exhibirse.

Luce un tatuaje en el cuello, gafas oscuras y mochila. Sus rasgos, casi 1,90 de estatura, ojos achatados, piercing en la ceja, manos callosas, piel rugosa y voz aguda. De su origen habla con desparpajo y sin enmiendas: "nací en el 67 en un barrio deprimido de una de las ciudades más despiadadas del mundo: Cartagena. He conocido muchos lugares en el mundo llenos de miseria, pero pocos como los de allá. Esta es una ciudad que muchos admiran por su Centro Histórico, pero el 80% de la ciudad vive en la física mierda. Sexo con menores y cocaína. Denme eso y les monto una ciudad sin necesidad de 300 años de esclavitud".

Efraím escucha rock desde los 9 años y se declara rockstar en decadencia. “Decían que el rock era malo. que si ponías las letras al revés escuchabas mensajes satánicos, pero con todo y eso no pudieron contra el rock. Mi papá me apagaba la grabadora cuando escuchaba rock, quitaba a Jimmy Hendrix y ponía Daniel Santos. Él murió en un accidente trágico, cuando yo tenía cinco años, y aún recuerdo esas peleas y regaños”.

Para Efraím, Cien años de soledad es la guía turística más completa que se ha escrito y quiso ser como Pambelé. Detesta que la gente no entienda que el Kid demostró que la vida le pertenece a los fracasados y por eso todos deberían inclinarse ante el mito.

De este escritor se dicen y se dicen cosas: que es irreverente, que es tan sólo un publicista que ha logrado vender unos cuantos libros porque titula bien, que su literatura es posuda y que lo único que sabe es escupir a los ídolos.

Otros lo defienden por su espíritu de lucha, porque escribe con sangre, porque es la voz del desquite, porque es un nocaut directo a los prejuicios, porque ha matado el amor en todos sus libros y siempre lo revive y lo mata de nuevo. Y en esas se la pasa, porque es un antihéroe y ser antihéroe en tiempos donde todos quieren ser héroes hipócritas es una virtud y porque en el fondo se empeña en hacer de cada historia un escape doloroso.

Sobre su trabajo

- Después de leerlo uno se pregunta si hay varias chicas o solo una.

Es solo una. Dije alguna vez que se ama solo por un instante. Luego lo que se ama es la idea o la sombra de ese instante que se alarga en el tiempo.

- En Érase una vez, pero tuve que matarlo, usted mata al amor y deja en el aire la esperanza cuando mete la zanahoria al congelador. ¿Qué pasa luego con esa zanahoria?

En el libro hay una solución que para el protagonista y para la historia funciona, pero lo que no se sabe realmente es para qué funciona. Cuando se destruye lo ideal, en lo que pensabas vivir, crees que va a pasar algo, que hay un paso adelante. Generalmente uno tiene un optimismo absurdo. Nunca he sabido para qué sirvió lo que se destruyó y en qué sentido se destruyó. De hecho el próximo libro que va a salir -La mejor cosa que nunca tendrás- es como el lado B de Érase una vez el amor, pero tuve que matarlo en el sentido de que resuelve ciertos interrogantes que me quedaron en la historia y la vida emocional de los personajes.

- ¿Existe algún tipo de evolución en su escritura desde Seis informes hasta Lo que todavía no sabes del pez hielo?

Puede haber evolución o involución, no descarto eso (risas). Escribo porque me gusta, publico porque me pagan. Lo que más me interesa es detenerme en el lenguaje. Para mí escribir es la capacidad de exponer una idea o una historia con el menor número de palabras y el mejor ritmo posible. En ese sentido pienso que en el lenguaje hay una evolución en el diálogo crítico con los lectores. Uno sólo tiene una vida y ahora estoy explorando cosas más estéticas. Me obsesiona la comunicación y por qué realmente no nos comunicamos. En el último libro expongo la fascinación por el cómico estadounidense Lenny Bruce porque me conmovió muchísimo su historia y creó una historia de amor de otro tipo, pero igual con su parte patética y trágica. De todas maneras no sé si uno pueda cambiar, soy escéptico frente a eso, pero sí se pueden ir buscando matices. Las pequeñas cosas que antes veía como en agrás y en proceso, ahora las veo más definidas, porque el tiempo pasa y ahora tengo 45 años y ser padre va cambiando lo que uno hace.

- ¿Cómo han cambiado su escritura Elisa y Daniel?

La han cambiado por completo. Un hijo te llena de pudor. He sido padre y madre de mis hijos porque perdí a mi papá joven, entonces cuando nació Elisa ya sabía todo sobre ser mamá. Ser padre es una decisión, no es un acto biológico. Es meterse en ese mundo y crear una relación. Deseé a mi hija de un modo sobrenatural y la primera cosa que descubro es que estamos acostumbrados a ver a los niños como algo pequeño por su tamaño, pero los enanos también son pequeños, lo que no significa que su mente sea pequeña. La mente de un niño es más amplia que la de un adulto porque todavía no está cerrada, porque todavía no está entrenada para ser más pequeña, porque es conceptual y todavía no está dominada por toda la parte funcional y porque a diferencia de los adultos todavía no los determinan los prejuicios. Están más abiertos y curiosos a las cosas más simples y que a nosotros nos parecen que no tienen importancia.

- ¿Es usted machista, según lo que escribe sobre las mujeres?

Se equivocan por completo quienes crean que soy machista. Quitarle la razón a una mujer es una tarea difícil, entonces dejo que la tengan, pero será la única cosa que tendrán.

- El amor es un tema transversal en todas sus obras. ¿Es usted un reptil en el amor como su creación Rep o cómo define ese amor?

Soy un reptil para todo los efectos de la vida. El amor es una situación aparte de ser un sentimiento y puede ser usado para expresar casi todo lo que existe o probablemente todo. El amor es un arma de doble filo, una sustancia altamente inflamable y hay que estar atento, pero también es el modo más perverso y luminoso de conocer tus propias caras y posibilidades.

- Por qué inicia Lo que todavía no sabes del pez hielo diciendo: "No sé si alguna vez hice feliz a alguien, pero más inteligente siempre".

No pienso que una relación sana deba basarse en la posibilidad de que tú esperes darle una vida más divertida a otra persona. La única razón para amar a alguien es para dejarlo libre, como decía Cesare Pavese "Lo peor que le puedes hacer a alguien es negarle que sufra".

Frase

“El enemigo mío no fue nunca el señor que me quitó a cierta chica, ni el que sacaba las mejores notas en el colegio. Mi enemigo siempre fue la realidad y por eso busqué refugio en la literatura".

Foto|Darío Augusto Cardona|LA PATRIA

Efraím Medina en la IV Feria del Libro de Manizales.