Mañana se cumplen 60 años de la muerte de la artista mexicana Frida Kahlo, mujer que rompió los moldes de su época y cuya obra tiene valores propios y eternos que van más allá de la actual comercialización de su figura.
La hija del fotógrafo alemán Guillermo Kahlo y de la mexicana Matilde Calderón murió el 13 de julio de 1954. Seguramente nunca imaginó que seis décadas después de su muerte su rostro estaría en bolsos, carteles, cuadros y camisetas que se comercializan por el mundo, pues es uno de los iconos comerciales de México, símbolo del consumo capitalista.
"Se habla de una fridomanía que llega a fastidiar, al punto de no querer saber de ella", confesó la maestra Gilda Cárdenas, especialista en Historia del Arte y gran conocedora de la obra de la pintora, nacida el 6 de julio de 1907.
Tras una carrera eclipsada parcialmente por la fama de su esposo, el muralista Diego Rivera, años después la artista se convirtió en una de las grandes damas de la pintura mexicana, en la máxima exponente del surrealismo y en ícono de la mexicanidad, de la libertad sexual y del feminismo.
Distintas marcas comerciales usan su imagen hasta la saciedad para reclamar el México prehispánico lleno de color, olvidando que lo que ella representaba también era el sufrimiento. Pero, en opinión de Cárdenas, "esto es algo pasajero y temporal, mientras que su obra tiene sus valores propios y eternos", pensamiento compartido por Hilda Trujillo, directora del Museo Frida Kahlo Casa Azul.
Celebración
La Casa Azul del barrio de Coyoacán, en donde Kahlo nació y vivió gran parte de su vida ofrece a los visitantes la música que le gustaba a la artista, tequila, aguas frescas y dulces mexicanos. Además, restaurarán tres de las salas de la Casa, que pertenece a un fideicomiso, ya que Rivera, antes de fallecer, las donó al pueblo mexicano.
En ella se encuentran la mayoría de los documentos que han servido para construir el rompecabezas de la vida de la artista.
En opinión de la directora del museo, "Frida Kahlo es una obra de arte en sí misma porque se dedicó a transformar un cuerpo roto en arte, ya que ella y sus circunstancias fueron las protagonistas de su obra".
Según cuenta la maestra Cárdenas, para Frida pintar era "una catarsis de su dolor y a través de la representación de sus propios dolores lograba fortalecer su vida".
Pese a esto, tras varios años de estudio, Cárdenas ha logrado comprobar que nada en la obra de Kahlo es improvisado y que "no tiene nada de primitivismo o de ingenua que le haya salido de la nada".
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