Fernando-Alonso Ramírez
LA PATRIA | Marsella
La única red regional de bibliotecas que persiste es la del Eje Cafetero exaltó el Ministerio de Cultura en Marsella (Risaralda), lo que permitió que entre el miércoles y el viernes pasados, se realizara el VII Encuentro Regional en ese municipio.
La actividad sirvió para que los bibliotecarios intercambiaran experiencias y se plantearan sus retos alrededor de la nueva etapa en que entra el país con la posibilidad próxima de finalizar el conflicto armado con la guerrilla más vieja del continente, las Farc.
Martha Cecilia Restrepo Ocampo, de la biblioteca Arturo y Roberto Restrepo de Anserma, dijo que el principio para lograr cumplir estos retos consiste en implementar programas donde todas estas entidades que siempre han estado alejadas de los grupos indígenas, de los reinsertados, de los desplazados, tengan la cabida que tienen los demás niños de cada municipio.
María Nelly Hernández Orozco, de la biblioteca municipal de Samaná, el municipio más afectado por la violencia de las Farc en el Eje Cafetero, agregó que el papel de las bibliotecas es generar espacios de diálogo, de acercamiento a la población y comunidad en general.
También se refirió a ese otro reto que tienen hoy estos espacios y frente a las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC), que aún hay quienes ven como amenazas para las bibliotecas. "Al contrario, las TIC permiten que los niños puedan acceder a su tarea, a las personas adultas brindarles esa oportunidad de llevarles un cuento, de enfatizar con ellos tener una formación académica, intelectual para toda la comunidad".
Convivencia
Vladimir Rincón, de la biblioteca pública de Barcelona (Quindío), ve a las bibliotecas como centros de convivencia pacífica. "Que toda persona pueda entrar, no importa si fue guerrillero, paramilitar, es un punto de encuentro de la comunidad en general".
Una experiencia aleccionadora compartió el coordinador de la biblioteca de Chinchiná, Ímer Torres Cano. "Soy de Medellín y me crié a una o dos calles de la Comuna 13 y cuando entré al barrio La Frontera, de los más complicados, más subordinados, más pobres, ya sabía más o menos qué hacer, hago talleres, proyectos. No tengo problema que los de abajo me vean hablando con los de arriba , aunque aún no los he podido reunir, pero ya van por separado a la biblioteca y mi plan es poder juntarlos. Si a mí no me pasa nada al cruzar esa frontera invisible es un comienzo. Qué importa con las Farc, es mejor cuidar el barrio donde uno vive o trabaja y después empieza a surgir la paz a nivel colombiano".
En esto coincidió Diana Marcela Ladino Guevara, de la biblioteca Danilo Calamata de Quinchía (Risaralda). Para ella, la biblioteca es un sitio neutro, ante cualquier tipo como religión, política, pero que incide en todo lo que tiene que ver con la conciencia social, con la educación. "Somos un punto de encuentro, nos hemos convertido en eso, las tecnologías han hecho que la gente se una más, porque la biblioteca presta todos a los servicios con gratuidad y esto permite más acceso a la educación, y a partir de eso se va haciendo un contacto directo con todo tipo de poblaciones y con un programa se va creciendo mucho con la formación de personas".
Cultura de paz
El abogado Carlos Enrique Duque y la politóloga Liliana Andrea Salamaca invitaron a los bibliotecarios a ser creativos para hacer de estos espacios lugares en donde se promueva la cultura de paz en los municipios.
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