"Después de todo, la muerte es solo un síntoma de que hubo vida", Mario Benedetti, escritor uruguayo.
Héctor Javier Barrera Palacio
LA PATRIA | MANIZALES
Arreglar cuerpos para muchos sería un oficio no deseado, pero para John Alejandro Carmona es una pasión. Viviendo de la muerte aprendió a valorar la vida.
Tiene 28 años y desde niño siempre se inquietó por todo lo relacionado con la muerte. Leía cuentos, poesías, libros, todo lo que le diera un panorama más amplio del tema. Cuando tenía seis años tuvo su primer contacto con ella, abrió con un bisturí una tórtola para explorar sus partes.
Ha sido reconocido como egresado destacado del Tecnológico de Antioquia y en varias oportunidades ha dictado clases de tanatología allí y en el Sena. Actualmente es el director técnico de Funerales Colombia LTDA, una empresa especializada en tanatopraxia, equipos y tecnología, cuya misión es contribuir a mejorar los rituales de despedida y ayudar en la profesionalización del oficio.
Con tan solo 17 años empezó a embellecer difuntos, oficio que hoy continúa en la Funeraria San Vicente, una de las más reconocidas en Medellín por sus servicios y por ser referente mundial para el aprendizaje en Tanatopraxia. Allí se forman tanatopractores de toda Colombia, Venezuela, Argentina, Guatemala, Ecuador, Chile, República Dominicana y EEUU.
Carmona Escobar estuvo en la Funeraría Jardines La Esperanza, de Manizales, del 23 al 26 de abril de 2014. Allí evaluó los procesos realizados por los aprendices de la Tanopraxia, también impartió clases sobre los últimos avances en esta materia.
Hay personas que se hacen para una labor y otras nacen, yo nací para esto. Desde pequeño indagaba por la muerte, jugaba a que fallecía, hasta me ponía cuchillos en la axila, pero en mi ignorancia de niño no comprendía la relevancia del tema. Necesitaba asemejar la experiencia de la muerte para tratar de entenderla.
Me preguntaba qué sucedía después y porqué no había una prolongación de la vida, por qué tenía que ser interrumpida tan abruptamente, por qué el dolor, el sufrimiento, la angustia que produce a los seres queridos.
Mi labor tiene una contribución social, no solo ayudo a preservar los cuerpos, contribuyo a aliviar un dolor psicológico, social, mental y físico. Nuestro objetivo es permitir a las familias una imagen apacible, mitigando cualquier huella de dolor o de trauma, porque lo más importante en ese momento es rendir homenaje a la existencia que ha partido y no centrarnos en pequeñeces, como preguntarse qué tanto sufrió la persona. Somos los encargados de darle la última imagen que los familiares se van a llevar y eso nunca se borrará de la mente de las personas para las que fue importante.
Crecí con referente de la muerte, leía constantemente sobre ella. Lo más curioso fue unos cuentos que me leí sobre un niño que iba a una mansión y allí rondaba el espíritu de un infante muerto, este le aparecía al menor vivo y lo impulsaba a indagar sobre su propia muerte, el niño murió pero nunca supo las circunstancias, eran un misterio y la tarea era que el menor vivo lo resolviera. Lo ponía a ir a su tumba, a los últimos lugares que recorrió, a donde su familia. Aunque no recuerdo el nombre del cuento me marcó. Leía mucho libros de Édgar Allan Poe.
Cuando estaba en grado 11 salió un artículo en la prensa que decía: “jóvenes que embellecen la muerte”, me pareció muy llamativo y mi línea de profesionalización siempre la quería orientar por ese tema. Era una carrera que apenas se estaba desarrollando: Técnica Profesional en Tanatopraxia, pertenecí a la tercera promoción. Después de leer el artículo indagué y me presenté a la Institución Universitaria Tecnológico de Antioquia, tenía16 años. Yo entré a la funeraria a los 17 años, me tocó pedir un permiso de mis padres para laborar. Aquí me he formado como profesional y como persona, pero ante todo en brindar un excelente servicio, perdurable en la memoria de los dolientes. Llevo once años en esta honorable labor y en la actualidad curso mi noveno semestre de filosofía en la Universidad de Antioquia. Mi tesis será sobre el concepto antiguo de la muerte en las culturas egipcias y griegas, porque no solo es la práctica de la muerte, sino el conocimiento de ella.
Siempre estuvieron atentos a mis gustos y pasiones, mi escogencia para ellos no fue novedosa, es más, mi madre fue la que me recortó el artículo de prensa para que me profesionalizara.
Puedo trabajar también como disector. Es la persona que al lado del médico hace las incisiones de los cuerpos y explora cada órgano para saber la causa del fallecimiento de la persona, estos procedimientos se realizan en Medicina Legal.
A nosotros nos creen fríos, insensibles, es impactante entrar a un salón de embalsamamiento, porque siempre consideramos la muerte como algo lejano, la vemos en el otro y es un otro distante, no cercano. Uno aprende a mirar la vida con la muerte al lado y siempre es una tensión latente, yo no diría que somos insensibles, sino que al estar más cerca de la muerte nos hace más conscientes de ella, más sensibles, es algo contradictorio, pero mi vida es la muerte.
Cuando dañan los componentes anatómicos y faciales de los cuerpos, debemos restituir completamente todas esas huellas de dolor que fueron ejercidas por otros. En algunos casos la persona queda destrozada por varios impactos de bala o accidentes traumáticos, sus familiares nos piden que sellemos el cofre, entonces les damos la opción de que miren nuestro trabajo y después tomen la decisión, se podría decir que estamos en capacidad embellecer un cuerpo en cualquier estado, por lamentable que sea.
Lo que más me marcó fue cuando me tocó arreglar el cuerpo de mis dos abuelos, con el materno viví un año y medio, entonces fue una experiencia conmovedora, me tocó desligar lo profesional de lo personal. Mi abuelo me dijo que si moría yo sería el que lo iba a embalsamar, pero hubo un momento en el que no aguanté y lloré. De mi abuela heredé la pasión por lo que hago, ella ayudaba a embalsamar a las personas que morían en el barrio Buenos Aires, de Medellín, donde me criaron. Fue la primera que me bañó y yo fui el último que tuve el cuidado de embalsamarla y presentarla en el ritual de despedida. Lo hice con el mayor honor y con una cascada de lágrimas.
Es la técnica para demorar la descomposición de un cuerpo. Es la completa desinfección y preservación del cadáver. Se realiza mediante la inyección vascular y de cavidad de soluciones acuosas y químicos germicidas solubles. Tras aplicarla, los familiares pueden observar que se borra toda huella de dolor, de sufrimiento, de enfermedad, queda una apariencia natural de sus facciones, un estado apacible y menos traumático. También facilita el trabajo del magistrado y de los peritos, quienes manejan casos judiciales complejos.
“De cada diez personas que llegan, solo dos son por muerte violenta”.
18 personas realizan embalsamamientos en la Funeraria San Vicente, de Medellín.
“La única forma en la que se desarrolla el concepto de igualdad, es en la muerte”. John Alejandro Carmona, 2009.
Reinaldo Montes es uno de los 35 tanopractores que tiene Manizales. De sus 41 años de vida, lleva 10 años ejerciendo esta profesión. Primero estuvo en la Funeraría La Esperanza y ahora está en Los Olivos.
Caldas no cuenta con centros de estudio de Tanatología, por eso, deben ir hasta Medellín a capacitarse. Montes hizo 160 horas, aunque inicialmente empezó aprendiendo de otros que ya tenían experiencia en esta labor. “Antes era más empírico, ahora hay más avances para la desinfección, preservación y estética de los cuerpos”, cuenta.
Lo más duro para él es arreglar niños, “solo pienso en mis tres hijos y lloro”. Reinaldo Montes le tocó momentos duros en la historia de Manizales, “embellecí varios cuerpos de la tragedia del barrio de Cervantes, de los 20 muertos de un bus de Expreso Bolivariano que venía de Bogotá y cayó a una quebrada, cerca de Sabinas”.
Desde niño siempre se sintió atraído por la muerte, “cuando mataban a alguien quería estar ahí, para observar cómo movían el cuerpo, como hacían el levantamiento”. Hoy se considera un apasionado por su labor, aunque cuando está con su familia no habla de eso, “porque la muerte no deja de ser un misterio doloroso”.
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