Finalmente Fabio Llano y María Teresa Villegas se reencontraron después de larga espera, pero esta vez, tienen la certeza de que ya nadie volvería a separarlos. Este esperado encuentro ocurrió el pasado mes de mayo en la entrada al reino del silencio absoluto: los dos coincidieron en ese espacio infinito que el destino tiene reservado para la inmortalidad de las almas buenas.
María Teresa también recuperó a sus entrañables hijas Beatriz Eugenia y María Emilia quienes se le habían anticipado tanto en las pruebas invencibles del dolor terrenal, como en el trance del retorno irreversible hacia lo desconocido.
Después de vivir tantas muertes y de morir tantas vidas, María Teresa concluye su viaje por este planeta triste y casi sin futuro. No obstante, deja como legado universal el extraordinario ejemplo de su discreción, abnegación y entereza, porque fue la gran señora sin alardes ni aspavientos, consagrada sin condiciones y con afecto para todos los suyos. Porque la suya fue una vida sin mancha, plena de bondad sin repliegues, de entrega sin reservas, de honradez a prueba de fuego. Igualmente, su espíritu heroico y silencioso fue centro de gravedad de los sueños y de la totalidad de las ausencias.
Por todo esto, una inmensa orfandad vuelve a sacudir el alma de sus hijas Carmenza, Luz Elena y Cristina, de su puñado amoroso de nietos, lo mismo que a llenar de vacíos el corazón abatido de los Llano Betancourt, con Clara Villegas Arango y sus yernos que también pierden una de las personas más sensibles, próximas e inolvidables.
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