Amado hermano, en la primera carta que te escribí al cumplir un año de tu partida física, te hablé de la suerte funesta que padecían los niños colombianos de escasos recursos; hoy, cuatro años después y con gran dolor te cuento que una sociedad insensible se empeña cada día en ser su Herodes, esa dura y triste realidad la dejó plasmada un reconocido caricaturista mostrando en sus trazos a unos niños famélicos ante una mesa vacía y un texto estremecedor “Parece que todos comen, menos nosotros”, haciendo alusión al hecho deshonroso que nos produce vergüenza ajena, de contabilizar a mitad del año “184 procesos de robos en el Programa de Alimentación Escolar”, alucinante corrupción que ¡no se detiene ante nada!
Para hacer un refrescante contraste a esta dura realidad, mejor recordar el amor y entusiasmo que ponías al patrocinar eventos taurinos en beneficio de los niños, en compañía del inolvidable Pacheco, donde esas nobles causas hacían olvidar que el reconocido presentador y el “loko” Quintero, no eran propiamente toreros, pero llenaban plazas.
Otra remembranza navideña, esta sí muy familiar, visualizar las afugias en que ponías a nuestra querida madre pidiéndole que te hiciera “buñuelos monstruos”, que espectáculo ver como resultado, formas caprichosas e indescifrables que constituían el goce de toda la familia, que terminó adhiriendo a ese gusto tuyo, aún me río.
Hermanito, estamos en el retiro decembrino que Dios te otorga al darte licencia para bajar espiritualmente a este plano terrenal, alegrando con tu inolvidable música los encuentros de los hogares colombianos que tanto lo necesitan, al culminar un año saturado de desigualdades sociales, corrupción, marchas de protesta, incertidumbre, desastres naturales; entre tanto una dirigencia arrogante e indiferente a esas penurias y sumida en odios y polarización, carente de programas, maquina un nuevo encuentro con la democracia.
Amado hermano, a esa dimensión luminosa donde fuiste acogido por Dios, te envío esta nueva carta, y se me ocurre recordar la exclamación desbordante que salía de tu garganta al inicio de las presentaciones, un genuino grito de paz, será que algún día, según lo prometido en notas anteriores, podré darte la alegría de buenos horizontes para Colombia, donde vislumbremos vivir en una Patria más justa y humana, al igual que tu lo hacías, poder gritar “Esta es Colombia”
Siempre en mi corazón
Alba Quintero de Sarasty
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