LA PATRIA | MANIZALES
Los esposos Mónica Franco Valencia y Michael Castro Flórez veían lejos el coronavirus cuando surgió en China y llegó a Europa. Ellos, comunicadores sociales y periodistas de la Universidad de Manizales, estaban tranquilos en Nueva York (EE.UU.) hasta que el covid-19 llegó al país y empezaron a sentir las consecuencias.
"Al principio eran solo rumores. Veíamos el virus desde lejos y pensábamos 'esos chinos son unos duros construyendo hospitales', o 'es que en China se han originado muchos virus', pero jamás pensamos que nos iba a tocar de cerca la pandemia", explica la mujer.
Desde hace 7 años viven en Estados Unidos y dicen que en su ciudad el primer caso del país lo veían como una noticia aislada. Cuando llegó a Nueva York entendieron que la realidad era distinta.
"Manhattan es la zona más conocida porque es la parte turística. Allí está el Time Squeare, la Estatua de la Libertad, el Empiere State. Todo se empezó a vaciar apenas se vieron las noticias de que la pandemia ya estaba en la ciudad", agrega Franco.
Dice que museos, restaurantes y demás plazas donde se aglomeraban personas se cerraron, no por orden de las autoridades, sino porque los negocios se comenzaron a ver vacíos y porque la gente tuvo temor de salir.
"Un domingo el alcalde, Bill de Blasio, y el gobernador, Andrew Cuomo, dieron la noticia de que la ciudad debía cerrar obligatoriamente gimnasios, bares que no ofrecen servicio de comida y demás lugares donde se concentraban las personas a departir".
Los mandatarios les permitieron a los restaurantes, a partir del lunes a las 8:00 de la noche, vender comida para llevar o hacer domicilios.
Mónica agrega que el impacto económico es bárbaro. "Por ejemplo, en mi caso, trabajo como mesera en un restaurante colombiano. La semana pasada nos empezaron a cortar las horas de trabajo porque ya el flujo de gente había bajado mucho, pero ayer (lunes), los jefes me dijeron que durante dos semanas paso de trabajar de seis días a dos, si no es que cierran temporalmente".
Ella y Michael, además de la mejor amiga de Mónica, Tatiana Londoño, con quien viven, se llenan de paciencia para esperar que los días pasen y se supere el virus. Mientras tanto, aunque no tienen cuarentena obligatoria, se dedicarán a la casa y a compartir tiempo con juegos tradicionales.
"La gente tiene miedo de salir a las calles, incluso uno ya prefiere permanecer en casa. Ha sido impresionante ver la ciudad que nunca duerme sin personas en los trenes, en los buses o en las calles. Estamos acostumbrados a ver una ciudad agitada de gente y bulla.
"Acá ya nadie te da la mano ni saluda de beso. La semana pasada los grandes supermercados colapsaron en el sentido de que se agotaron cosas y había largas filas para pagar. Gracias a Dios nosotros alcanzamos a abastecernos".
Finaliza con la conclusión que "todavía hay mucha gente incrédula que piensa que esto es una patraña".
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