“Tengo dolor de cabeza, estoy convencida de que estoy desarrollando un aneurisma. Lo más seguro es que pierda las capacidades neurológicas. Ya mismo voy a que me hagan un TAC”.
Eso pasa por la mente de una persona hipocondríaca. Para ella, todas las señales que envía su cuerpo indican, sin lugar a confusiones.
El psiquiatra Sergio Ignacio Molina explica que los hipocondríacos son personas que crean la idea de padecer una enfermedad específica y están convencidos de tenerla. “Parten de la falsa interpretación de una señal, un dolor, una marca, una señal, o porque al escuchar una noticia o la historia de un familiar se empieza a obsesionar con esa enfermedad”.
A partir de ese momento, que puede ocurrir entre los 20 y los 30 años, empiezan un recorrido que tiene tanto de desgastante como de inútil.
“Se buscan los síntomas y los encuentran en su organismo. Se obsesionan con las señales y, contrario a lo que se cree, jamás logran desarrollar la enfermedad. A pesar de que los exámenes que se practica son positivos y no muestran ningún problema, esta persona busca otro especialista y otro tipo de ayuda diagnóstica que confirme su temor”.
Molina agrega que el hipocondríaco, a diferencia del paciente con trastorno de somatización, está obsesionado con una sola enfermedad, por lo general, grave. “Se concentra en una enfermedad de un solo sistema. Cualquier síntoma es mal interpretado. Coincide con enfermedades crónicas, degenerativas y de consecuencias graves”.
Este experto indica que ambas condiciones hacen parte de un grupo de trastornos conocidos en siquiatría como somatomorfos.
El psiquiatra Alberto Restrepo agrega que el hipocondríaco tiene “un situado mental persecutorio frente a su propio cuerpo”. Esta persona está en permanente observación de aquellas funciones que normalmente no “hacemos conscientes y sobre cada nuevo resultado construye teorías pesimistas”.
El psiquiatra Ramón Lopera, miembro de la junta de la Sociedad Colombiana de Psiquiatría, advierte que de acuerdo con la Encuesta nacional de salud mental la hipocondría tiene una prevalencia alta en el país. “Entre el 4% el 6% de la población puede verse afectada. Es una patología que afecta por igual a hombres y mujeres, que se presenta principalmente entre los 20 y los 30 años”.
Existen varias teorías sobre lo que causa el trastorno. Las personas con hipocondría aumentan y amplifican sus sensaciones somáticas, tienen umbrales bajos para el malestar físico y escasa tolerancia a este. De acuerdo con el libro Sinopsis de Siquiatría de Harold Kaplan y Benjamin Sadock, una segunda teoría sostiene que “la hipocondría puede comprenderse en términos de un modelo de aprendizaje social. El papel de enfermo le proporciona una vía de escape para así evitar compromisos dolorosos, posponer retos poco deseados, y escudarse de realizar las tareas y obligaciones habituales”.
Restrepo apunta que estos desórdenes se van aprendiendo. “Por lo general en relación con las figuras más representativas de la vida. Estas personas han tenido a su alrededor padres con una visión demasiado atenta a la salud y los hijos repiten estos esquemas”.
En otro sentido, Kaplan y Sadock sugieren que esta enfermedad va ligada a otros trastornos mentales como la depresión y la ansiedad.
Los siquiatras Sergio Molina y Alberto Restrepo afirman que la hipocondría, así otros trastornos somatomorfos pueden ser tratados y superados por los pacientes. El problema es que los tratamientos hacen parte del espectro de la siquiatría. “Se puede dar un manejo farmacológico que ayude a controlar la ansiedad y sicoterapéuticos, que le ayuden a la persona a tener una mejor valoración de sus síntomas”, dijo Molina.
Los que a menudo llevan la peor parte con la presencia de un hipocondríaco son los familiares. Esta enfermedad supone un desgaste económico y emocional muy alto y son ellos quienes deben presionar a que el paciente visite al especialista en psiquiatría.
Este trastorno es, además, mal entendido por los profesionales de la salud. Lo explica el doctor Alberto Restrepo.
“Por desgracia algunos médicos se cansan de lo que se denomina ‘consultador crónico’. Se trata de pacientes que van de profesional en profesional y en sus historias empiezan a verse registros de consulta frecuente.
Este adjetivo hace que se reste importancia en el sistema y hay que tener en cuenta que estos pacientes no son simuladores. No están buscando una incapacidad, esta es una patología real, se necesita la seriedad para verlos como enfermos y tratarlos”.
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