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La lealtad que hoy le critican sus detractores a Óscar Iván Zuluaga y que otros le premian por considerarlo fiel escudero del expresidente Álvaro Uribe define su talante y así lo ha demostrado. Cuando puso sus dotes de líder, de gran orador, de pragmático a la hora de las decisiones partidistas hubo quienes le sugirieron que asumiera el mando de Actitud Renovadora, el movimiento que había fundado Luis Alfonso Hoyos con él en 1988.
"Cómo se le ocurre, Luis Alfonso es el jefe", respondía cada vez que alguien lo sugería. No obstante, debió asumir ese mando que rehuía. A Hoyos el Consejo de Estado lo dejó sin posibilidad de volver a ser elegido, al declararle la muerte política. La curul del entonces joven senador estrella fue demandada por considerar que autorizar el pago de salario a un funcionario que se encontraba en el exterior sin el visto bueno del Congreso era una falta gravísima y ameritaba la pérdida de investidura.
Fue un duro golpe para el movimiento que había nacido con la elección popular de alcaldes en 1988, con jóvenes herederos del capital que dejó sembrado Alfonso Hoyos Giraldo, padre de Luis Alfonso, y que tras su muerte su poder había sido usurpado por el yepobarquismo por decreto.
Líder
Se dio la oportunidad para Óscar Iván, quien dejó su cómodo puesto de presidente de Acesco, la empresa de su mamá y tíos. Ya había sido segundo renglón de Luis Alfonso en el Congreso, alcalde de Pensilvania entre 1990 y 1992 y concejal entre 1988 y 1990. El carácter de capo de escuadra lo mostró desde la misma Universidad Javeriana en donde cursó su carrera de Economía. Allí se vinculó a la organización Aiesec y llegó a ser su presidente para Colombia.
Cuando le correspondió asumir la batuta del movimiento político sacó a relucir todo su equipaje y en lugar de ser el congresista en cuerpo ajeno de Hoyos, impuso su propio estilo. En la empresa familiar había liderado el proceso de modernización y de internacionalización.
Un titular del diario El Siglo de 1990, cuando Zuluaga aspiraba a ser alcalde de Pensilvania, describe lo que para muchos amigos suyos de la universidad era una locura: "Un alcalde como para Bogotá". Era un empresario que había sido dirigente gremial, con estudios de maestría en una universidad inglesa (Exeter), razón suficiente para pensar que la Alcaldía de un pequeño municipio clasificado en quinta categoría era un retroceso.
Cuando apenas iniciaba su campaña lo sorprendió la bomba que el 6 de diciembre de 1989 destruyó la sede del DAS en Bogotá. La empresa de su familia, importadora y transformadora de diferentes tipos de papel, que él gerenciaba, se ubicaba media cuadra arriba de donde el bus hizo explosión y la destruyó. Consultó con su familia y a partir de ahí dijo que mantenía el reto si lo acompañaban en esa nueva aventura, el paso a lo público.
Se trasladó con su familia al municipio caldense, en donde sus tíos tienen importantes inversiones en cultivos de madera y aserríos, pero también son benefactores de una veintena de obras sociales.
De metas
Se fijó metas claras, como mejorar la calidad de vida de los corregimientos y el área rural. Para eso era indispensable que todos estuvieran conectados por vías con la cabecera, algo que se había vuelto una ilusión para Arboleda y Pueblo Nuevo. Hasta ese momento se comunicaban con Antioquia, pero no con Caldas. Adelantó también un programa de electrificación que continuó por años, en sociedad con el Comité de Cafeteros.
Para un joven que regresaba a su terruño después de 24 años de haberse ido para hacerse elegir alcalde no era tarea fácil. Haber sido un concejal juicioso durante los dos años anteriores le ayudó bastante, pues asistía a los convites que programaba su primo, el entonces alcalde y hoy senador saliente Jaime Alonso Zuluaga. Era la forma de hacer obras cuando la olla del municipio estaba raspada, por la rapiña anterior de quienes ostentaron el poder en el interregno entre la muerte de Alfonso Hoyos y la elección popular de alcaldes.
Eso no era suficiente. Sin embargo, los pensilvanenses pudieron conocer al orador. En las manifestaciones públicas conmovía hasta las lágrimas haciendo valer su discurso de amor a Pensilvania, recordando a su abuelo, Juan B. Escobar, el patriarca de la familia, que amasó una fortuna a punta de trabajo honrado. Recorrió cada una del centenar de veredas y mostró su sencillez. No tenía problema en tomarse una cerveza con un campesino o comerse un sancocho en cualquier casa. Para quienes tenían temor de que fuera un ratón de ciudad dejaron atrás el prejuicio y lo acompañaron en las urnas. Barrieron, alcalde y 11 de 13 concejales.
En solo dos años logró hacer obras y posicionar programas que le valieron al municipio reconocimientos nacionales e internacionales por la gestión. Cuando todo estaba dado para continuar en la política su familia lo nombró presidente de Acesco y allí permaneció casi una década, hasta que se dio la excusa para volver.
Para Caldas
Vino el momento de que lo conocieran los caldenses. El movimiento que empezó 14 años antes intentaba en el 2002 dar un golpe. Ya Luis Alfonso Hoyos había sido candidato a la Gobernación de Caldas, quedando muy cerca de alcanzarla. De Pensilvania se hablaba en muchas partes y de cómo había sido una resistencia al poder dominante de la coalición barcoyepista, pero también este territorio cafetero y maderero empezaba a sufrir los embates de la guerrilla que se apoderó del norte y oriente de Caldas y cometió actos terroristas como la destrucción del corregimiento de Arboleda en el año 2000.
Emergía en el país la figura de Álvaro Uribe Vélez, exgobernador de Antioquia y crítico duro del proceso de paz con las Farc en el Caguán. Óscar Iván lo conoció cuando ayudaba a gestionar recursos para su municipio y ejercía como presidente del comité asesor de exalcaldes de Pensilvania, organización asesora de los mandatarios de turno y que se mantuvo gracias a la hegemonía que ejercía Actitud Renovadora.
Contra muchos pronósticos, Zuluaga llegó al Senado con más de 80 mil votos, gracias a la figura de Uribe que se erigía como la mano fuerte. El pensilvanense se destacó como uribista pura sangre en el Congreso, así como por su verbo fácil y por un liderazgo que ejercía con serenidad. Esto lo puso en el radar de la opinión pública, sobre todo, cuando sacó adelante una ley que aún le pasa cuenta de cobro: la de reducción de las horas extra y la flexibilización laboral. Por supuesto, defendió la reelección presidencial.
Ejecutivo
Lo legislativo no era lo suyo. Para un ejecutivo como él, las reuniones eternas sin solución, la imposibilidad de tomar decisiones de manera directa, eso de tener que hacer cabildeo eterno ante los ministros lo cansó. No quiso repetir y apoyó mejor la llegada de Adriana Gutiérrez como su sucesora en el Senado y a Jaime Alonso Zuluaga, su primo, como representante a la Cámara.
Estaba destinado a posiciones superiores. En la Presidencia se creó un cargo a su medida: ministro consejero. El superministro que debía coordinar los consejos de ministros, entre otras funciones. Lo aprovechó al máximo y demostró que no era solo un político, sino un ejecutor. Cuando renunció Alberto Carrasquilla, este le hizo el guiño al presidente Uribe para que nombrara a Zuluaga en Hacienda, cosa que sucedió, pese a los temores expresados por la ortodoxia de varios economistas que temían que fuera un error la llegada de un político a esa cartera, cuando además en el mundo caían grandes economías una a una y se abría paso la crisis más importante de la historia.
Salió bien librado, hasta haber sido reconocido por publicaciones internacionales como el mejor ministro de finanzas del continente. Al llegar a ese cargo una tormenta lo acompañó. La revista Cromos divulgó una fotografía en la que aparecía en una tarima en La Dorada en campaña con la concejal de ese municipio Maribel Galvis, quien luego se desmovilizó con las Auc del Magdalena Medio.
Él ofreció su renuncia, pero Uribe lo respaldó. Explicó que no sabía de las acciones ilegales de la entonces concejal y que compartió tribuna con muchas personas en la campaña.
Finalmente la Fiscalía, a la que le pidió que lo investigara, archivó el proceso por no encontrar méritos para seguir adelante.
De sus gestiones como ministro, Caldas recibió un importante espaldarazo para el Plan Vial, al lograr que los recursos de la venta de la Chec se reinvirtieran en vías y sacó adelante el Conpes para empezar el Aeropuerto del Café. La espina que todavía le molesta es que bajo la ejecución de un hombre de su confianza, Francisco Cruz, el proyecto se enredó cuando los terraplenes construidos fallaron. No obstante, insiste en que es posible sacar adelante el aeropuerto y que paguen quienes deban hacerlo si es que hubo corrupción.
Planeado
Tras hundirse la posibilidad del presidente Uribe para hacerse reelegir otra vez, quedó en duda su futuro. Llegaron ofertas: que si encabezar una lista para el próximo Congreso, que si ministro de Santos, que si candidato a la Gobernación de Caldas. Él fue esperando pacientemente su oportunidad.
Hace un par de años en Termales el Otoño se reunió con Uribe y fue claro: “presidente quiero ser su candidato a la Presidencia, conservando su legado, pero imponiendo mi estilo en varias cosas”. Desde entonces empezó el recorrido que lo tiene donde está hoy, incluido el tropiezo de perder por primera vez la Alcaldía de Pensilvania, pero el logro de ganar por primera vez la Gobernación, con Julián Gutiérrez, y en sociedad con el Partido de la U y el conservatismo sierrista.
Llegaron los señalamientos por ser un desconocido en el país, según las encuestas, o por haberse favorecido de procederes supuestamente non sanctos en la Convención Nacional de su recién fundado partido Centro Democrático, que obtuvo una quinta parte del senado de la República.
Al final empezó a crecer en las encuestas, a lo Uribe en el 2002, y cuando se constituía en una verdadera amenaza para la reelección de Juan Manuel Santos, le explotaron en la cara los escándalos. Primero, la captura del hacker Andrés Sepúlveda, señalado de espionaje y de acceder a cuentas de correo de personas vinculadas al proceso de paz, contratado por su campaña.
Como una seguidilla de malas noticias, el mundo pareció venírsele encima: su amigo, su socio, su paisano y en esta campaña denominado asesor espiritual, Luis Alfonso Hoyos, había sido el encargado de llevar a Sepúlveda al Canal RCN para ofrecer una supuesta información sobre las Farc, que resultó no estar confirmada, según el director de noticias Rodrigo Pardo, quien reveló este asunto. Hoyos renunció y es investigado por la Fiscalía.
Zuluaga negó cercanía con el hacker, hasta que nueve días atrás la revista Semana publicó un video en el que Zuluaga habla con el hacker tranquilamente y largo rato sobre posible información reservada de la inteligencia de las Fuerzas Militares. Ahí fue Troya. Sus 26 años de cuidada imagen pública de hombre probo, serio, hecho a pulso, diferente en sus maneras a Uribe, recibió un fuerte golpe, que lo pueda afectar en las urnas.
Su campaña se ha defendido diciendo que eso fue una trampa promovida por JJ Rendón, asesor de la campaña de Santos. También las opiniones están divididas en quienes creen alguna de las dos versiones, pero poco le ha ayudado haber entregado declaraciones que han resultado no claras. Se le notó descolocado, algo en lo que no había incurrido hasta ahora.
Quienes lo conocen dicen que esas cosas no le pasan sino a la gente buena. En un perfil que hizo de él LA PATRIA en el 2007, cuando llegó al Ministerio de Hacienda, se dijo: "advierten que su excesiva confianza en los demás le ha hecho en ocasiones llevarse chascos, pues personas muy cercanas lo han defraudado, tanto en la política como en los programas sociales en los que se ha comprometido en su municipio".
Hoy puede dar un gran paso si logra llegar a la segunda ronda. Ha dicho que es hombre de paz y que lo suyo no es la guerra, pero el proceso que se adelanta en La Habana lo pondría en el congelador. Exigirá que las Farc cesen hostilidades para continuar adelante con él. Una apuesta arriesgada, pero que hasta antes del escándalo recogía casi el 30 por ciento de los votantes, los mismos que acompañaaban a Santos en su intención.
Puede ser el primer caldense en la Presidencia de Colombia. Hoy se sabrá si pesa más su cuidada vida pública o los escándalos de las últimas tres semanas.
La familia
Óscar Iván es el segundo de cuatro hermanos. Está casado con Martha Ligia Martínez y tiene tres hijos: David, que estudió filosofía y adelanta un doctorado; Esteban, que terminó comunicación y medios audiovisuales y Juliana, de 19, quien estudia en la Universidad de los Andes.
Es hijo de Ovidio Zuluaga, empresario, y Carina Escobar, accionista de Acesco.
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