Desde luego, dada mi edad son muchos los profesores, condiscípulos, contertulios, amigos o compañeros de trabajo, que me han precedido en el camino hacia la eternidad.
Por citar amigos, en Riosucio, aún a sabiendas de que me quedaré corto, no por desmemoria sino porque son muchos, a Jaime y Jorge Enrique Peláez Posada, Nicolás y Alberto Balán Escobar, Alejandro y Jairo Toro Muñoz, Gabriel Trejos Bueno, Fabio Restrepo Arteaga, Alberto Vélez Gómez, Jaime G. Vargas, Héctor Osorio y Jaime y Obed Palomino; en Manizales Helí Gómez Bermúdez, Ómar Franco G., Carlos Alberto Arias Arango, Germán Mejía Jaramillo, Silvio Botero de los Ríos y Edginardo Suárez Granada. Compañeros de cuadrilla como Carlos C. Gil, Luis García, Héctor García T. nuestro recordado capitán, Guillermo Trejos, Lázaro Trejos, Gildardo Arcila García y Silvio Fernando Trejos Bueno. Profesores Hernando Gómez Mejía, Carlos Ramírez Arcila, César Gómez Estrada, Tulio Gómez Estrada, Jaime Hoyos Arango, Carlos Mejía Vieira, José J. Jiménez Alzate, Filiberto Botero Ramírez, Alberto Mendoza Hoyos, Arcesio Londoño Palacio, Fabio Ramírez Hoyos, Adolfo Vélez Echeverry, Agustín Santacoloma de los Ríos y Germán Sáenz Arango. Compañeros de trabajo: Jueces Luis Carlos Mejía Alvarez, Fabio Gallego E. y Luis Alberto Obando Cadavid, magistrados Evelio Martínez Hurtado, Fanny González Franco, Gersaín Arias Vélez, Gilberto Bedoya López, Amanda Cujiño Gallego, Conrado Vargas Giraldo, Guillermo Buriticá Restrepo, Uriel Buitrago Alzate, Humberto Arango Jiménez y Hugo Isaza Mejía y, fiscales Luis Carlos Obando G., Gilberto Mejía Ocampo y Lucy Herrera Gutiérrez. A todos los recuerdo con cariño y respeto. Algunos llenaron un amplio espacio otros un instante fugaz, momentos luminosos, agradables, académicos, instructivos o simplemente sociales o recreativos, pero preferiblemente signados por la amistad, el respeto o el compañerismo.
Seguramente algún lector habrá echado en falta el nombre del Dr. Gabriel Trejos Espinosa, fallecido en Manizales el 25 de junio de 2014, en cualquiera de estas listas, pero no es un olvido, fue intencional, es la verdad de este escrito, porque como se verá, no sabía en cual incluirlo.
Al Dr. Gabriel lo conocí desde muy temprana edad, fue amigo de mi padre, Buenaventura Sanz Andrade, hicieron política juntos y, luego, separados, por la división del partido conservador, pero eso no limitó su amistad, tanto que por carnavales volvían a estar unidos en una misma cuadrilla. Con los años, uno a uno conocí igualmente a Doña Margarita Bueno G. y a cada uno de sus hijos y, no obstante que con ellos hice amistad, debo agregar que ninguna tuvo la intensidad de la que trabé con su esposo y padre. En la facultad de Derecho de la Universidad de Caldas fui su alumno y en las pláticas siempre cordiales cuando coincidimos en la Junta de la Colonia de Riosucio en Manizales, no faltó algún consejo para mi futuro como abogado, fue jurado de mi tesis y, cómo no, me acompañó en mi graduación.
Yo inicié mi carrera judicial, es curioso y, si se quiere extraordinario, como Juez Superior en el Distrito Judicial de Riosucio, cuya vacante debía llenarse frente a la renuncia de su titular y, puesto que ya se anunciaba que tanto el Tribunal como el Juzgado se extinguirían con la Contra Reforma y, el nombramiento tendría entonces una duración precaria, hubo pocas solicitudes. Cuando el Juzgado terminó labores, 17 meses después (Dcto. 900 de 1969), solicité al Tribunal de Manizales nombramiento como Juez en Riosucio y, cuando esperaba me designaran Juez Penal Municipal fui sorprendido con el nombramiento de Juez Civil del Circuito de Riosucio. Allí estuvo la mano del Dr. Gabriel. Se trataba de un nombramiento para su ciudad natal y él quería alguien con experiencia o que, conociera y amara a su pueblo, no tanto como él, eso era imposible, pero sí con apego a ese noble terruño. Ayudó, desde luego, que fue mi profesor y que tanto él como los doctores Agustín Santacoloma de los Ríos y Carlos Ramírez Arcila sus compañeros de Sala habían sido mis jurados de tesis en materia civil. Un día cualquiera en una comida de la colonia el Dr. Gabriel Trejos Espinosa me abrumó, una vez más, cuándo le manifestó a mi esposa Fabiola que para él sería un halago que yo lo reemplazara cuando se retirara de la magistratura. Desde luego, el no nombraba, pero ayudó. Cuando en 1977 decidió no optar por la reelección para un nuevo período de cuatro años, me entregó la carta en que así lo manifestaba dirigida al Dr. Luis Sarmiento Buitrago, Presidente de la H. Corte Suprema de Justicia, lo que me permitió adelantar mi solicitud. Poco después, recién posesionado, en una reunión de abogados, un colega pensó que me disminuía señalándome como pupilo del Dr. Trejos, cuando para mí ese era un elogio. En efecto, durante mucho tiempo fue mi consejero y guía. Yo le correspondí siendo honesto, honrado, cumplidor y eficiente juez y magistrado. Sus consejos me acompañaron siempre, aún después de retirado de la rama y, siempre tuvo para conmigo, hasta el final de sus días, palabras de aliento.
Pero la relación no fue solo profesional, nos disfrazamos varias veces en la misma cuadrilla, la de la colonia de Riosucio en Manizales y, así fuimos “Próceres”, “Faraones” e integramos la leyenda de “Don Juan Tenorio” y, en los prolegómenos de las fiestas y en las fiestas mismas gozamos de esta grata exaltación de la entraña riosuceña que, cada dos años, los integra a todos en un mismo festín.
De lejos, como debía ser, le acompañé en la pérdida de sus seres queridos: Gabriel, su hijo mayor, recién ingeniero y ya integrado a la fiesta de Riosucio, Ricardo, su primer nieto, que los dejó cuando apenas empezaba a vivir, su esposa Doña Margarita, compañera de todas las horas, así mismo en el dolor, Silvio Fernando, Presidente de la Corte Suprema de Justicia. Supe entonces de que fibra estaba hecho. Los despidió con dignidad y resignación cristiana, asumió el destino que nos espera a todos los humanos, en estos casos al parecer a destiempo y, siguió honrando sus principios y luchando por su pueblo y su familia. La pérdida de la esposa y madre, generalmente dispersa la familia, el Dr. Trejos mantuvo la unidad, a su sombra, sus hijos siguieron teniendo un hogar y una familia. El Dr. Trejos supo del dolor de entregar un hijo, Gabriel, en la flor de la vida, con todas las aspiraciones y sueños despertando y, a un hijo, Silvio Fernando, en el cenit, en el punto culminante de su carrera, tuvo, sin embargo, fuerzas para insuflar en sus otros hijos y en sus nietos, aliento para nuevas jornadas y nuevas metas.
El Dr. Gabriel Trejos Espinosa fue también un eminente jurista, tenía los conocimientos, además, a la hora de aplicar justicia tenía la fuerza y el interés para buscar la verdad y la sabiduría para reconocerla. Fue así mismo, un buen ciudadano, un hombre cívico, por su conducta y por sus ejecutorias. Amó a Riosucio, su tierra, con dedicación absoluta y, aún, le quedó tiempo para disfrutar. Lo hacía en la conversación, con la risa pronta y espontánea o cuando degustaba un licor, en especial un aguardiente y, no se diga, cuando se disfrazaba en carnavales porque juntaba en uno, dos amores. Yo que fui comparsero y disfruté los carnavales en todos sus pasos, me divertía además viendo al Dr. Gabriel cómo se entregaba y asumía los personajes, por mencionar solo una comparsa, fue un estupendo “Prócer”.
Fue difícil escoger, debo sin embargo concluir que, por encima de todo fue mi amigo, sincero y completo amigo, mejor interlocutor, compañero atento y oportuno consejero
Este repaso de las especiales cualidades, de mi amigo, quise hacerlo en primera persona pues disfruté del privilegio de pasar de la condición de alumno y pupilo a la de amigo y compañero. Al despedirlo, compruebo que no fui el único, su paso por la vida lo hizo dando lecciones de amistad.
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