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La paciencia de los chinos parece haberse agotado. El fin de semana fue especialmente movido por numerosas protestas ciudadanas en varias ciudades, debido a que los ciudadanos no aguantan más la política de “cero covid”, impulsada por el régimen de Xi Jinping. Las revueltas dejaron como resultado un número indeterminado de detenidos, entre ellos dos periodistas occidentales que cubrían las inusuales expresiones de rebeldía de miles de chinos.
Lo vivido en grandes ciudades como Pekín y Shanghai, surgió como consecuencia de la muerte de 10 personas en un edificio de Urumqi, en el noroeste de China, donde el confinamiento habría impedido que pudieran reaccionar ante un incendio que surgió en el lugar. Parece que en esta ocasión, los ciudadanos indignados están dispuestos a morir en las calles ejerciendo el derecho a la protesta, antes que seguir exponiendo su bienestar y sus vidas por las órdenes de un gobierno totalitario que pretende imponer a toda costa una política que ya no tiene sentido.
Las dicientes arengas y frases en pancartas, como: “Los que os negáis a ser esclavos, alzaos”, “Queremos libertad”, “no queremos hacernos pruebas PCR”, e incluso aquellas que se refirieron de manera directa al Partido Comunista y a Jinping (reelegido presidente recientemente para un tercer periodo) evidencian el descontento alrededor del gobierno, que viene abusando con prácticas como la retención de datos de las personas, a las que obliga a escanear códigos QR, para hacerles seguimiento como posibles portadores del virus de la covid.
El panorama de ese país asiático hoy es de alrededor de dos millones de personas bajo cuarentena u observación médica por estar infectadas o por ser contactos cercanos de contagiados, sin incluir ciudadanos confinados por orden de autoridades locales, que siguen las normas centrales. Lo cierto es que el manejo extremo que se le ha dado a la emergencia sanitaria en ese país está llevando a que los contagios se disparen, al mismo tiempo que la economía de los hogares ya no aguanta más. Lo más complejo es que en el invierno venidero se presume que la situación médica podría salirse de control.
Expertos proponen que China debería dejar a un lado las pruebas PCR, permitir cuarentenas domiciliarias para casos leves y dedicar más esfuerzos a la mitigación que a la prevención exagerada que les hizo perder la paciencia a los ciudadanos. Así mismo, tiene que atender el clamor de respeto a los periodistas, quienes vienen siendo atacados por los policías chinos y su material destruido por el solo hecho de registrar lo que está pasando en las calles.

El régimen chino tiene que entender que el malestar civil no puede ser enfrentado con más represión, sino que debe analizar el origen de sus reclamos y hacer los ajustes que sean necesarios. No puede seguir con la actitud de culpar a supuestas fuerzas ocultas que habrían causado el incendio en Urumqi, para generar el caos. Xi Jinping debería pensar en que no solo hay afectaciones en la salud, sino también para la economía y para el bienestar social, cuando las restricciones se llevan al extremo, como viene ocurriendo en ese país de 1.400 millones de habitantes.