Fecha Publicación - Hora

Las cifras de producción de cocaína en el mundo y de la expansión de cultivos ilícitos ratifican que el enfoque con el que se ha combatido el narcotráfico se puede calificar de fracaso. Pero no nos podemos llamar a engaños y pretender, como piensan con simplismo algunos, que en estos asuntos solo se debe dejar hacer y dejar pasar. Eso no es responsable. El consumo de drogas es un asunto de salud pública y el abuso de estas sustancias genera problemas que van desde crear adictos hasta la muerte de miles de personas, sin contar la violencia generada por las mafias.
Les asiste razón a quienes consideran que se debe buscar un modelo que permita atender el consumo como un problema de salud pública y buscar mecanismos que saquen esta actividad del negocio ilícito para que dejen de configurarse a su alrededor empresas mafiosas con sus violencias y sus maneras de crear adictos, sin ningún miramiento ético. Esto obliga a que más pronto que tarde se tenga que revisar el modelo, pero para hacerlo se requieren ideas innovadoras que lleven a contrarrestar el consumo y esto a una menor producción.
Se deberá tener en cuenta en esas valoraciones lo dicho por la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD) al revisar el mercado de marihuana: que las legalizaciones del consumo recreativo en Uruguay, Canadá, Malta y 19 estados de Estados Unidos no ha demostrado reducción del consumo. Por el contrario, lo aumenta entre los jóvenes y de ninguna manera ha reducido el mercado ilegal ni la criminalidad. Si no se logra el cometido, hay que pensar en otras estrategias. Es difícil que un Estado solo pueda controlar el mercado legal y la comercialización, cuando la presión ilegal se da en otras naciones.
No es descabellado pensar que el crecimiento de los cultivos ilícitos en Colombia y los anuncios del Gobierno nacional de no perseguir a los cultivadores afectarán las relaciones con los Estados Unidos, principal consumidor de coca en el mundo. Esto puede empezar por el envío de menos recursos a nuestro país con las consecuencias que ello entraña, o con una posible descertificación, como temen otros.
El consumo se concentra en Estados Unidos y Europa y es la demanda la que presiona la producción. Los recursos del negocio no llegan a los campesinos como ingenuamente quieren hacer ver; son los dineros que alimentan la violencia en Latinoamérica y que controlan los carteles de la droga en México y Colombia. Advierte ONUDD que empieza a verse un crecimiento del consumo de coca en África y Asia. Si alcanzara niveles de Estados Unidos y Europa, se podría cuadruplicar la cifra de consumidores, que está fijada en 21 millones.


No es un tema menor que el Gobierno colombiano pida que no se mida en hectáreas erradicadas el éxito de la política antidrogas, porque el informe dice muchas más cosas y muestra la complejidad del asunto y atañe a consumidores y productores. Hay que ver el panorama completo. Se requieren estrategias comunes e integradas para pensar en cuál va a ser la salida a este problema universal. Es imposible pensar en un cambio de la política de drogas sin tener en cuenta el multilateralismo.