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Después de casi cuatro años de haberse roto la posibilidad de desarme y desmovilización del Eln, ocurrida durante el gobierno del expresidente Iván Duque, hoy esa guerrilla regresa a la mesa en Caracas (Venezuela), donde delegados del Gobierno Nacional se sentarán a buscar acuerdos para que ese grupo, el más antiguo de ese tipo que queda en América Latina, decida abandonar su lucha armada y continuar el debate de ideas desde la política, obviamente, después de reconocer sus crímenes y acogerse a la justicia transicional.
Comienza así el nada fácil camino de la Paz Total anunciada por el gobierno de Gustavo Petro, que se propone, en mesas separadas, desarmar a las demás bandas criminales colombianas que hoy generan terror y violencia en múltiples regiones del país. En la sociedad colombiana persisten las dudas acerca del éxito que puede tener el ambicioso proyecto de paz del actual gobierno, debido a que la vinculación de todos estos grupos con el narcotráfico, hacen muy complicado poner fin a sus acciones delincuenciales, mientras que no se acabe con el tráfico de drogas.
Mientras tanto, persiste el fantasma del mortal atentado terrorista del Eln en la escuela de la Policía General Santander de Bogotá, en enero del 2019, en el que murieron 22 cadetes, y que obligó a que se suspendieran los diálogos que habían comenzado durante la administración del expresidente Juan Manuel Santos. Tampoco en esa ocasión, como en esta, el Eln había mostrado suficiente voluntad de paz en lo referente a la liberación de personas que siguen secuestradas por ese grupo. 
La expectativa ahora es que tanto los elenos, como los demás grupos criminales muestren un compromiso real con el logro de la paz, y que la sociedad colombiana pueda respaldar de manera franca las conversaciones y posibles pactos alcanzados. En esto, insistimos, el marco fijado por el acuerdo de La Habana con las extintas Farc, que ya es parte de la Constitución Nacional, es el ámbito posible en el que pueden moverse los negociadores en la búsqueda de los objetivos de la Paz Total.
A propósito de los negociadores designados por Petro, hay que resaltar la escogencia de José Felix Lafaurie, líder gremial ganadero cercano al uribismo y fuerte opositor suyo, para hacer parte del equipo que representará al Estado colombiano en la mesa con el Eln. Así, las líneas rojas de las conversaciones tendrán un actor clave que ayude a que no se conceda más allá de lo posible y que los resultados de los diálogos no terminen bombardeados por opositores de la extrema derecha. Otra designación importante para liderar el equipo negociador es la del exguerrillero del M-19 Otty Patiño, quien ha dedicado su vida a la docencia universitaria y tiene una visión amplia de lo que debe ser la paz que se busque.

En ese sentido, algo fundamental es que Petro haya logrado que el Congreso de la República le haya aprobado su Ley de Paz Total y que estén suspendidas las órdenes de captura contra los líderes del Eln, así como sus pedidos de extradición. Se espera que, por fin, ese grupo pueda concentrar en sus negociadores la decisión de abandonar para siempre las armas y el delito, porque es bien sabido de su funcionamiento fragmentado que dificulta decisiones generales que obliguen a todos sus miembros a tomar un camino específico. El desafío para quienes van a la mesa es que encuentren puntos comunes entre visiones claramente divergentes y que eso ayude a fortalecer el compromiso de todos los colombianos para alcanzar una paz real.