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Durante esta semana se viene realizando la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), que esta vez tiene como sede Buenos Aires, Argentina. Un total de 14 jefes de Estado y delegados de los demás países de la región, hasta completar 33 naciones representadas en este encuentro, han tenido la oportunidad de compartir impresiones y preocupaciones, así como lanzar ideas, algunas demasiado románticas e ilusas para la realidad azarosa e incierta que presenta el 2023.
Este mecanismo de integración que llega a su séptima cumbre tiene esta vez la ausencia de cuatro mandatarios: Andrés Manuel López Obrador, de México; Nicolás Maduro, de Venezuela; Daniel Ortega, de Nicaragua, y Dina Boluarte, de Perú, lo que se convierte en un obstáculo para lograr acuerdos y obtener conclusiones que sean posibles y aplicables en el continente, y que realmente se cumpla con el espíritu integrador de esta iniciativa.
Lo que se ha escuchado hasta ahora no dejan de ser solo sueños irrealizables, como aquel de una moneda única para la región, lo cual es imposible con situaciones como la de Argentina, país anfitrión y que ha liderado este tema en la agenda. La inflación de tres dígitos que maneja y el caos económico que afronta ese país, una verdadera pesadilla, hace inviable cualquier proyecto integrador en ese sentido, y no dejan de ser solo ideas lanzadas al aire sin ninguna base real.
Suena bonito que, como bloque continental, esta amplia región pueda acompasar sus acciones y lograr armonía entre las naciones que la conforman, pero la existencia de regímenes que no respetan la democracia y que violan los derechos humanos, son obstáculos demasiado grandes. Además, la ideologización de este tipo de iniciativas, que deberían partir de principios neutros, solo permite concluir que del discurso a los hechos hay una distancia enorme, y que es más la especulación y las ansias de protagonismo en un escenario como ese, que el planteamiento serio de cambios y nuevos caminos con posibilidades reales para América Latina y el Caribe.
Hoy no pueden negarse los conflictos entre países vecinos en la región y los señalamientos de un lado y del otro que hacen imposible avanzar en algún tipo de integración, y aunque son valiosos los temas tratados allí con respecto al medioambiente, la economía y los derechos humanos, por ejemplo, las diferencias entre algunos resultan irreconciliables en el corto y mediano plazo, y hacen que un escenario como este pueda llevar incluso al incremento de los radicalismos.

Para que la Celac sea un escenario viable de integración regional, los líderes de los distintos países tienen que entender que no se trata de armar clubes de amigos que comparten una ideología, sino que este es un amplio continente, diverso y con problemas comunes, al cual se le deberían buscar soluciones conjuntas sin que primen enfoques ideológicos de ningún tipo. Solo en la medida que se comprenda esa realidad y haya respeto hacia ello, podrá avanzarse en forma real. De lo contrario, todo se quedará en palabrería.