El papa Francisco se unió al clamor que pide derribar barreras a la posibilidad de que las vacunas contra la covid-19 lleguen a toda la población mundial lo más pronto posible, sin que medien intereses económicos. A comienzos de la semana, en un sorpresivo viraje positivo en ese sentido, los Estados Unidos apoyaron la propuesta de India y Sudáfrica ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) de suspender temporalmente las patentes, para facilitar la producción de los biológicos en cualquier lugar del planeta y en mayor cantidad.
Es importante que desde la dirección general de la OMC haya respaldo a esta iniciativa y disposición de discutir el asunto con las farmacéuticas, las cuales se mantienen aferradas a no permitir dicha apertura. La realidad es que el ritmo de producción de las vacunas es inferior a la demanda urgente del fármaco para evitar miles de muertes por la covid-19 todos los días.
Para lograr la inmunidad de rebaño (70% de la población vacunada) hay que llegar a todos los países pobres que no han podido acceder a las vacunas. Según Our World in Data, en América del Norte se han aplicado 33 dosis por cada 100 habitantes y en Europa 20. En contraste, en América del Sur se han administrado 11 dosis por cada 100 habitantes, y en África menos de 1. Es una inequidad que debe superarse con urgencia. De poco servirá a un país rico acaparar vacunas y tener a toda su población inmunizada, si en otro lugar del mundo se gesta una nueva variante potencialmente más peligrosa.
Desde el año pasado la Organización Mundial de la Salud (OMS) impulsa esta idea, pero siempre encontró las puertas cerradas en la OMC. El cambio de posición de los Estados Unidos, ahora bajo la tutela del presidente Joe Biden, abre grandes posibilidades para que antes de noviembre se decida a favor de millones de personas en países que, al paso que vamos, podrían demorar muchos años en el proceso de inocular a sus habitantes.
Aunque las farmacéuticas califican de “decepcionante” el viraje que tomó este asunto, tal adjetivo cabe plenamente en la actitud de dichas empresas de aferrarse a solo intereses económicos en momentos tan críticos, donde la pandemia afecta no solo la salud de toda la humanidad, sino la economía global. No es únicamente un asunto de equidad y solidaridad, que por sí solo justificaría dar ese paso, sino de sostenibilidad del aparato económico mundial, ya que no garantizar las vacunas para todos podría llevarnos a que la pandemia se siga extendiendo y mutando de manera peligrosa.
Esta apertura podría permitir que países como Colombia emprendan el camino de producir sus propias vacunas, y de esa manera acelerar el suministro. También cumplir más rápido con las metas de aplicación del biológico al 70% de sus habitantes. Una medida en este sentido ayudaría a que países que ni siquiera han podido conseguir en el mercado internacional las dosis que necesitan para comenzar sus procesos de vacunación, tengan más posibilidades de adquirir las vacunas y no aplazar más esa tarea. Las vacunas deben ser vistas hoy como un bien público global.
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