Las agencias de la Organización de Naciones Unidas (ONU) para la alimentación, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) mostraron su preocupación porque por primera vez en 12 años el hambre aumentó en el mundo. De acuerdo con las cifras que manejan de seguridad alimentaria y nutrición, 815 millones de personas padecen esta situación, 38 millones más de las que se contaban en el 2015. Se trata del 11 por ciento de la población mundial, según los cálculos de las mismas entidades.
Son diferentes los factores que inciden en que haya hambre en varios lugares del mundo. De acuerdo con la FAO, dos tercios de las personas que están afectadas por esta situación viven en países que sufren por violencia. Si se trata de niños, el porcentaje se aumenta al 75 por ciento de esta población, la cual se afecta en su desarrollo y crecimiento, y que no tiene acceso a la comida por cuenta de guerras.
Los países que integran la ONU se han propuesto para el 2030 desaparecer la hambruna y la malnutrición, pero este revés en el propósito hace temer que se pueda afectar el cumplimiento de la meta, la más encomiable que la humanidad pueda tener. La situación requiere de medidas que impidan que se repita otro año en el que la cifra aumente. Deben, por el contrario, generarse estrategias que permitan llegar con la comida a quienes la necesitan y, principalmente, a la población infantil.
No todo es culpa de las guerras. También el hambre llega por cuenta de los desastres naturales, razón que obliga a que se tome en serio el cambio climático, que provoca eventos que están superando toda previsión estadística. Poderse preparar para esto requiere de recursos que la mayoría de países afectados por la falta de comida no tienen. Se suman a la estadística varios países de Latinoamérica afectados más por la ralentización económica, que por cualquier otro aspecto. Solo en Centro, Suramérica y el Caribe se calcula que se tiene una población afectada por el hambre casi igual a la de Colombia, 42 millones de personas. Seguimos siendo un continente que no resuelve el problema de falta de comida para los pobres.
La semana pasada, el Banco de Alimentos de la Arquidiócesis de Manizales presentó su programa, que se dedica a recuperar comida para los más necesitados. Este año y hasta el pasado mes de julio la entidad recuperó 202 toneladas de alimentos, una tarea silenciosa que vale la pena apoyar. Parte del problema en nuestra región es que hay ocasiones en que creemos que el hambre es ajena, pero la realidad es que aquí se tienen situaciones muy graves, sin contar la malnutrición que también campea. Por este motivo, es que debemos entenderlo para ayudar a dar soluciones. La ciudad se ubica en Colombia entre las de mayor desigualdad. El programa Manizales cómo vamos dice que el año pasado el indicador de pobreza extrema o indigencia, con respecto al 2015, pasó de 1,7 a 2,5 por ciento.
Dedicar nuevos esfuerzos para asegurar la paz y la inclusión social forman parte de la receta recogida en el informe de la ONU. Valdría la pena aplicar este propósito y empezar por nuestra región, en donde tanta falta hace trabajar para reducir la desigualdad y, por ende, los problemas de falta de acceso a la alimentación.
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