La COVID-19 sigue su expansión en Colombia. Ayer el reporte era de 702 personas contagiadas, de las cuales 10 murieron. En los próximos seguramente vendrán nuevos y significativos aumentos, sobre todo porque empezarán a avanzar más rápido las pruebas de laboratorio, pero también a aparecer más personas con síntomas que requerirán hospitalización. Lo ocurrido hasta ahora, pese a lo del martes de la semana pasada en vísperas de la cuarentena nacional, permite concluir que avanzamos por el camino correcto, pero es muy temprano aún para afirmar que las medidas adoptadas serán suficientes.
El primer caso en el país se conoció el 6 de marzo y ya pasaron tres semanas con un ritmo de crecimiento de la curva de contagios que nos ubica entre los países con velocidad menor de expansión del virus. No obstante, no podemos cantar victoria y es necesario mantener la estrategia de aislamiento al mismo tiempo que se acelera el proceso de pruebas, para detectar lo más pronto posible a los portadores asintomáticos y aislarlos para que no contagien más. Esa combinación sería la que nos garantice que la infraestructura hospitalaria no colapse.
¿Cuál será el pico de la curva? Eso es algo todavía incierto, que dependerá mucho de la disciplina social de los colombianos para cumplir cabalmente la cuarentena. La esperanza es que en las próximas semanas los casos no crezcan demasiado, y sobre todo que los que aparezcan no nos lleven a un número exagerado de pacientes que requieran cuidados intensivos; algo así podría modificar abruptamente el número de fallecimientos. Tenemos un gran desafío como colombianos y como humanidad en procura de superar la emergencia y retomar el cauce con nuevas energías.
Al término de la cuarentena, el 13 de abril, seguramente será necesario mantener medidas de aislamiento que consoliden lo logrado en contención y mitigación, pero la idea es que puedan flexibilizarse las medidas, sobre todo para que todo el aparato económico se descongele y vuelva gradualmente a la dinámica. Si al término de la cuarentena las cifras están por encima de las expectativas, lastimosamente habrá que ser más estrictos, con consecuencias negativas y con el creciente riesgo de un colapso del sistema de salud que borraría lo logrado. Lo recomendable es prepararnos para lo peor, esperando que ocurra el escenario más favorable.
En el caso de Caldas debemos ser incluso mucho más previsivos, ya que es evidente que no podríamos tener disponibles suficientes unidades de cuidados intensivos e infraestructura hospitalaria si los casos crecen exponencialmente en los próximos días. Es preocupante, si tomamos en cuenta los casos relacionados o de origen indeterminado que comienzan a incrementarse. Las inversiones en el SES Hospital de Caldas y en el Santa Sofía para mejorar sus instalaciones son bastante pertinentes, ya que las actuales 136 camas de cuidado intensivo en el departamento son insuficientes.
Bien hace la Territorial de Salud en buscar alternativas para ampliar las posibilidades de atender los casos graves de covid-19 en la región, pero hay que asegurarse de que se logre una preparación óptima para evitar muertes. Ojalá no sea necesario usar áreas como los coliseos, Expoferias o los hoteles de la ciudad para trasladar enfermos, pero no puede ahorrarse ningún esfuerzo para tener listas esas áreas, con su respectiva dotación médica. Lo complicado del caso es que los recursos propios son escasos y las autoridades de salud de Caldas están a la espera de recursos nacionales para hacerle frente al gran desafío que se avecina. Lo fundamental hoy es mantener un alto aislamiento social y velar porque sean detectados pronto los portadores sin que hayan contagiado a otros.
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