¿Hay ganador en la guerra comercial entre China y Estados Unidos? ¿Qué significan las sonrisas del presidente Donald Trump y del viceprimer ministro Liu He después de firmar esta tregua? ¿Se justificaba emprender en el 2018 una guerra que afectó la economía global para llegar a acuerdos que no hubieran necesitado esa confrontación? ¿Los problemas de fondo entre las dos principales economías del mundo ya están superados? Estos y otros muchos interrogantes siguen en el ambiente ante el acto protocolario de esta semana en la Casa Blanca, del que Trump aseguró que era el más importante acuerdo comercial en la historia del mundo.
Si se observa todo lo que aún está por resolverse, el avance de esta semana es pequeño, y más parece actuar como cortina de humo a las investigaciones del Congreso en contra de Trump por el caso de las llamadas que le hizo al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, para presionar sanciones contra el exvicepresidente demócrata Joe Biden y su hijo, por presuntos delitos económicos en ese país. También por torpedear esas investigaciones. A la misma hora que se lanzaba el acuerdo la Cámara entregaba su informe al Senado con información que compromete al líder estadounidense con actos ilegales que merecerían la sanción en el juicio político o impeachment.
Tal vez la misma irrelevancia de lo pactado llevó a los mercados y bolsas a permanecer estables, con un dólar que no reaccionó a la baja, como seguramente hubiera ocurrido si la negociación hubiera tocado los asuntos estructurales. China logró que lo sacaran del grupo de países manipuladores de divisas, y lo que es realmente importante para ellos como son los subsidios estatales a las industrias estratégicas que más riqueza le generan, se mantienen sin cambios. Igual ocurre con la ausencia de compromiso del país asiático para modificar su manejo de data y ciberseguridad. Si bien aceptó fortalecer la protección de la propiedad intelectual, la plena garantía de ello aún está lejos de verse.
Asegura Trump que obligar a China a comprar 200 mil millones de dólares más en productos estadounidenses en dos años y haber mantenido los gravámenes a las exportaciones chinas demuestra que trabajadores y empresarios de Estados Unidos podrán estar tranquilos ahora. Sin embargo, está claro que las mercancías chinas siguen ingresando en gran cantidad, con sobrecostos en impuestos que corren por cuenta de empresarios locales y consumidores.
Esta es apenas la primera fase de una negociación que no será fácil. Con esta tregua ambos se muestran satisfechos, más por efectos políticos que económicos. Les permite tomar oxígeno para intensificar la batalla en otros campos a un alto costo para la economía global. Trump, a 10 meses de unas elecciones que podrían garantizar su permanencia en la Casa Blanca, busca mostrar lo ocurrido como un resultado a favor para los Estados Unidos. La suya parece ser una apuesta de corto plazo, pero en el largo plazo el vencedor de este pulso podría ser la China.
Es lamentable para el mundo que en lugar de respetar el libre mercado, se apliquen fórmulas artificiales para manipular la economía, lo cual fortalece el proteccionismo y prácticas que afectan a países emergentes como Colombia, e incluso a la misma Unión Europea, cuando lo ideal es un comercio global más estable y transparente. Estas movidas también representan oportunidades para algunos de nuestros exportadores, quienes deben estar atentos a aprovechar el nuevo escenario; se habla de unos 2 mil productos nacionales con potencial. La verdad es que la nueva guerra fría continúa, y parece que va para largo.
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