Es el exministro de Salud y rector de la Universidad de los Andes, Alejando Gaviria, el que ha dicho, con total ironía, que peor que la corrupción son los adalides de la lucha anticorrupción. Aunque él sabe que es una caricatura lo que plantea y es su manera de referirse a las personas que ven corrupción en absolutamente todo, echamos manos de sus palabras para parafrasear que peor que los abanderados de la lucha anticorrupción son los que por el temor a cometer un error o a ser criticados toman determinaciones que van en detrimento de la eficiencia administrativa.
A qué viene este cuento. Resulta que nos hemos enterado que buena parte de la contratación pública necesaria en el Municipio se encuentra detenida por la valiente idea que tiene el alcalde, Carlos Mario Marín, de que todo se haga de manera transparente. Su decisión es la de reducir a cero la contratación directa, un loable propósito, pero que carece de todo sentido de realidad. Y lo decimos desde estas páginas en donde hemos criticado de manera consistente y argumentada la manera exagerada en la que en los últimos años se creció esta forma de contratación, tanto en la Alcaldía de Manizales como en la Gobernación de Caldas, lo que aumenta el riesgo de corrupción.
Apoyamos la idea del mandatario de hacer todas las contrataciones por encima de la mesa, como debe ser siempre, pero intentar administrar requiere mucho de sentido común. Si logra ponerse unas metas claras de reducir realmente la contratación directa a lo estrictamente necesario será un gran logro para la ciudad, pero para ello lo que hacen falta son políticas, hacer públicos todos los procesos a través de mecanismos de fácil acceso para la ciudadanía y demostrar que las decisiones se toman de manera técnica y no por el capricho del mandatario o los secretarios de turno.
Algunos contratos al comienzo de este año se salvaron porque se decidió mantener a quien venía de antes, mientras se resuelve en el mediano plazo una licitación para asignar la obligación para un periodo más largo. Esto es lo que va a importar al final. Por ejemplo, hay contratos que si bien no tienen que hacerse por licitación, se puede optar por una convocatoria abierta y con base en cotizaciones hacer una selección objetiva. Si los procesos se hacen abiertos y cualquiera puede entrar a ver las cotizaciones y los argumentos de por qué se escogió este oferente y no otro, es ganar mucho frente a la opacidad que ha imperado en estos sistemas.
Insistiremos en hacer control a la contratación pública, que no solo debe ser entregada al mejor proponente en igualdad de condiciones frente a otro, sino que debe cumplir otros principios clave de la Administración pública, como el de eficiencia, por ejemplo, porque de nada sirve ser lo más transparentes si al final se retrasa la actividad administrativa, y esto no puede suceder. Hay que encontrar un balance entre una y otra cosa. No se puede olvidar que ejecutivo viene de ejecutar y que de los gobernantes se espera que tomen decisiones, pensando en el bien general, y cuidando de los recursos públicos. Pero no es paralizando las ejecuciones por el miedo a lo que puedan decir. No, hay maneras de hacerlo bien, con prontitud, sin frenar procesos y al tiempo en los plazos requeridos. Esperemos que este freno inicial en algunos procesos sea solo la intención que lleve a tomar medidas prácticas y seguras para cuidar los recursos públicos.
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