La mayor infracción de tránsito por la que se sanciona en Colombia tiene que ver con el exceso de velocidad, según el reporte que entregó a LA PATRIA la Dirección de Tecnologías de la Información de la Federación Colombiana de Municipios. Precisamente por esta razón se han incentivado en el país no solo campañas que pretenden que se conduzca a menos kilómetros por hora, sino que se emprendieron obras como las que vemos en Manizales que a veces parecen excesivas -la puesta en el camino de pasos pompeyanos e hitos-, y que pretenden precisamente cumplir con el cometido.
Es evidente que la velocidad mata, mientras una persona atropellada a 30 kilómetros por hora tiene posibilidades de sobrevivir, a medida que se acelera el vehículo también se incrementan las posibilidades de que esa persona no sobreviva, igual sucede con los ocupantes de los vehículos. Esta debería ser razón suficiente para considerar que se respeten las velocidades. Ha hecho carrera una medida, que por fortuna han limitado las autoridades judiciales, la de un típico Estado alcabalero, que pone cámaras en las carreteras o ubica retenes con radares en la vía, a escondidas de los conductores, con lo cual parece más importante el recaudo por multas que la seguridad de los conductores, pasajeros y peatones, que es lo que debe primar.
Resulta curioso que durante el periodo de información que solicitó LA PATRIA -3 años y 10 meses- se hayan impartido más multas en La Dorada que en Manizales, cuando el puerto tiene menos vehículos que la capital caldense. Puede ser que sean muchos más los conductores indisciplinados en ese municipio, o que la fotomulta instalada en una vía nacional que atraviesa el casco urbano sin la suficiente advertencia de su existencia sea la responsable, o también que en Manizales puedan estar más relajados en la imposición de las multas. Será bueno mirar por qué esta situación. También brillan por su ausencia 15 municipios del departamento en donde en este tiempo, según la relación, no se ha impuesto una multa, lo que debe conectar con la falta de convenios de tránsito con la Policía o la ausencia de autoridad pertinente que pueda hacer cumplir la ley, como lo mostró este periódico en otro informe.
El ritmo al que está creciendo el parque automotor en nuestras ciudades obliga también a que se tomen medidas que protejan a los ciudadanos. Se requiere no solo de que se construyan pasos peatonales como cebras, sino que se eduque más a los conductores para que respeten el paso de los ciudadanos, los más vulnerables de esta ecuación, en la que la mayoría de las víctimas son de la tercera edad, población que se incrementa por encima de los promedios nacionales en nuestra región. Eso debería considerarse, pues mañana le puede suceder a cualquiera de nosotros.
Las multas de tránsito tienen un papel disuasivo que parece no cumplirse. Cuando se actualizó el Código Nacional de Tránsito buscaba de alguna manera que con las altas multas que se deben pagar hoy, los conductores tuvieran mucho más cuidado a la hora de cumplir las normas, pero parece que es difícil de lograr. Se fabrican carros más veloces y seguros, pero nuestras vías siguen siendo llenas de curvas peligrosas, estrechas en su mayoría y con accidentes geográficos que obligan a andar en ellas con prudencia para no provocar resultados fatales. Así que mientras esta sea la realidad, se debe cumplir con lo que se estipula en las normas. Por fortuna las nuevas vías se están construyendo con características más seguras, como dobles calzadas, radios de giro más amplios y carriles de sobrepaso más frecuentes, lo que redundará en menor accidentalidad. Lo cierto es que la vida es lo primero, por lo que la prudencia al conducir debe ser lo principal.
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