La salida de Orlando Micolta González de la presidencia de la empresa Gestión Energética (Gensa), después de siete años en el cargo, no debe significar que se ponga en riesgo la permanencia de esa compañía en Caldas, donde nació hace 16 años. La junta de Gensa, presidida por el Gobierno Nacional, sabrá los motivos por los cuales se le anunció a Micolta su retiro a partir del próximo 22 de noviembre, pero cualquier decisión acerca del dirigente que se ponga al frente, así como alrededor de la consolidación de la sede principal en este departamento, es algo en lo que debemos estar muy atentos los caldenses.
Hace poco más de un año, tras la posesión del presidente Iván Duque, corrieron rumores acerca de la posibilidad de que Micolta saliera con base en movidas políticas, pero al final fue ratificado por los buenos resultados económicos. Ahora, poco después de las elecciones regionales que cambiaron totalmente el mapa político de Caldas, desde los ministerios de Hacienda y Energía se adoptan medidas cuyo desenlace está por verse, pero en el que muy probablemente hay factores concretos que terminarán marcando hacia dónde irá esa compañía, que en lo posible debería ser manejada con criterios eminentemente técnicos.
Como sea, esperamos que el reemplazo de Micolta sea una persona conocedora del sector, con una hoja de vida limpia y que se empeñe en darle un mayor protagonismo a Gensa en Caldas. Hay gran cantidad de proyectos de pequeñas hidroeléctricas en el oriente del departamento, en las que esa empresa podría tener una presencia más decidida, aportando desarrollo a los municipios, empleo para cientos de caldenses y seguridad energética a través de iniciativas que tienen mínimos impactos ambientales, por estar varias de ellas pensadas para ejecutar a filo de agua. Inclusive, en el proyecto Miel II, en el que se requiere músculo financiero y experiencia en este tipo de proyectos, Gensa podría hacer un gran aporte.
Es necesario, además, que el Gobierno Nacional garantice que la actual movida nada tiene que ver con los apetitos burocráticos de políticos boyacenses, quienes desde hace tiempo hacen lobby para que la empresa sea trasladada a ese departamento, bajo el argumento de que la participación accionaria de ellos es más alta que la de Caldas, y que allí se encuentra la mayor parte de sus proyectos. Lo cierto es que la empresa nació aquí, luego de que Hidromiel dejó lista Miel I, y desde Manizales viene siendo manejada con éxito, lo cual no debe cambiar.
Lo que sí debe haber de ahora en adelante es un mayor compromiso con los proyectos de Caldas, que en los últimos tiempos no han logrado concitar su interés suficiente. Nos alegra que iniciativas como las de Río Hondo, en Samaná (19,5 megavatios), estén en el cronograma de ejecuciones; pero hay otros como La Rica (3 megavatios) y La Palma (2 megavatios), entre otros muchos, que esperan más. Si hay voluntad de sacarlos adelante todos nos beneficiaremos con ello. Con el actual cambio es fundamental que haya una reorientación hacia un trabajo con más ímpetu y decisión hacia la competitividad en el sector, y también avanzar más rápido en el campo de las energías renovables, que serán las que se impongan en las próximas décadas.
Los dirigentes gremiales de Caldas, los sectores políticos y los mandatarios de la región recientemente elegidos son los llamados a establecer un diálogo directo con el Gobierno Nacional, a fin de garantizar que los cambios que se avecinan en esa empresa sean para el bien de la región y del país.
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