La primera legislatura del Congreso que se posesionó hace un año dejó un pobre balance, por la pérdida de tiempo en la discusión de asuntos inanes, los pupitrazos a importantes proyectos y el hundimiento de iniciativas que debieron llevar mensajes de urgencia. Hoy comienza la segunda legislatura con nuevas mesas directivas en Senado y Cámara y con la expectativa de que los resultados sean mejores, aunque al coincidir con la jornada electoral de autoridades locales, los primeros meses serán de trámite lento y poco eficiente, como siempre ocurre cuando los congresistas dedican más tiempo a buscar votos para sus candidatos a alcaldías, gobernaciones, concejos y asambleas en las regiones.
La agenda que predominará en un comienzo tiene características que podrían llevar a una mayor polarización del país, con iniciativas como la doble instancia retroactiva para aforados, la cadena perpetua para violadores o el proyecto que busca crear una prima de canasta familiar para quienes ganen hasta tres salarios mínimos legales vigentes, considerada populista y que atenta contra el empleo formal. No obstante, las reformas a la justicia y a la política que se hundieron en la pasada legislatura y que se había dicho volverían a ser presentadas no llegarán este año, de acuerdo con lo dispuesto por el Gobierno Nacional. Es una lástima que sigamos en un punto muerto en estas dos materias, en las que se necesitan tantos cambios de fondo.
Hay expectativa acerca de si los proyectos anticorrupción que no fueron discutidos en la anterior legislatura regresarán a la agenda y tendrán los debates y aprobación que merecen, y si serán rescatadas las iniciativas que sobre dicho asunto fueron hundidas sin mayor sonrojo. Hay que recordar que el proyecto que buscaba incrementar las penas para los corruptos y acabar con la casa por cárcel para quienes cometan este tipo de delitos, se quemó en la puerta del horno, en una jornada vergonzosa que desnudó la doble moral de muchos legisladores. Debe exigirse que estos proyectos lleguen con mensaje de urgencia, para que no vuelvan a tener los obstáculos que los llevaron al fracaso.
Así mismo, el compromiso del presidente Iván Duque con la implementación del acuerdo de paz con las Farc, como se lo asegura a la comunidad internacional, debe refrendarse con proyectos en esa dirección que sean presentados y discutidos sin dilaciones, sobre todo los relacionados con la Reforma rural integral, que ayudaría mucho a consolidar una política que lleve a miles de familias campesinas a abandonar los cultivos ilícitos, y sobre todo a darle más fuerza al sector agrícola colombiano, que tantas posibilidades tiene y no aprovecha. También deben evitarse nuevos proyectos que busquen ponerle más talanqueras a la Justicia Especial para la Paz, y dejarla que actúe como debe ser.
Esta vez, con un presidente del Congreso como Lidio García, del Partido Liberal, a Duque le quedará más difícil su tarea de alcanzar mayorías para sacar adelante sus proyectos. Si con Ernesto Macías, del partido de gobierno, tuvo dificultades que torpedearon sus propósitos, el panorama de las relaciones del Ejecutivo con el Congreso no se ve fácil. Solo si se concreta la idea de que Cambio Radical pase a ser su aliado en las votaciones las cosas podrían mejorar para el presidente en ese escenario, pero como su promesa ha sido que no cederá a chantajes por burocracia, contratos y demás formas de mermelada, habrá que esperar cómo serán los movimientos de las fuerzas políticas en el Capitolio durante los meses que vienen. Ojalá venga una legislatura productiva que realmente sirva al futuro del país.
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