Hemos sido tan ajenos como sociedad a la responsabilidad que tiene el voto de los ciudadanos que por eso las normas que obligan a los partidos políticos y a los candidatos a hacer propuestas para la región, a través de programas de gobierno que luego se traduzcan en los planes de Desarrollo, parecen no importarles a las organizaciones políticas, ni a los candidatos, ni a los electores. La inscripción de aspirantes a alcaldías, gobernaciones, concejos, asambleas y juntas administradoras locales se realizará el 27 de julio. Los dos primeros deberán inscribir sus programas para hacer sus campañas y tratar de convencer a los electores con ellos.
A pesar de la obligación anterior, la realidad nos muestra que los programas muchas veces son alejados de las realidades locales y son un listado de buenas intenciones o de promesas convincentes para lograr la elección, pero luego en el poder lo que define las decisiones son otros determinantes que poco o nada tienen que ver con lo prometido. Así encontramos obras que nunca se incluyeron en el programa de Gobierno y otras, que se ventilaron con fuerza en la campaña política, se entierran en el olvido con argumentos como la falta de recursos o lo inoportunas, etcétera. Esa es la historia en cada localidad y en cada región.
Además, los programas de gobierno de los candidatos deben tener una dosis de realidad, esto es, basarse en los indicadores de la ciudad para ver en dónde pueden impactar más los escasos recursos que tienen los territorios y en cuáles no tanto, a pesar de que invertir en estos sea popular. No es fácil tomar esa decisión en tiempos en que la ciudadanía tiene voz, puede expresarse y difundir su mensaje por cualquier canal, pero ejecutivo viene de ejecutar y es eso lo que se les pide a alcaldes y gobernadores, que tomen las decisiones que su comunidad necesita, no las que emocionen a sus audiencias. Si se combinan las dos cosas, maravilloso, pero no por dar gusto, abandonar las prioridades.
Lo otro es que también tanto en los programas de gobierno, como en el proceso de elaboración de los planes de desarrollo y de los planes de ordenamiento territorial se le sigue temiendo a la participación de los ciudadanos, con lo cual se desaprovecha el conocimiento de primera mano que tienen los habitantes de la región, la capacidad de estructuras organizadas que ya han producido elementos para enriquecer el debate y la posibilidad de enriquecer las decisiones con visos de realidad, tomando el pulso a la ciudadanía.
Escribió William Ospina hace 25 años en su libro de ensayos Es tarde para el hombre: "Cada vez más, estamos dejando graves asuntos en manos de los oportunistas menos calificados, gracias a que ya no exigimos programas ni ideas ni compromisos, sino imágenes seductoras y sonrisas de éxito".
Parece hablarnos de la necesidad de rescatar el voto programático, de instar a las campañas de las ideas y dejar al lado las que, como cantos de sirena, solo buscan seducir al votante para desviarlo del puerto trazado, sin importar que al final las metas principales se pierden del camino, se pierde el elector el voto y, a largo plazo, pierden la ciudad y/o el departamento. Candidatos, es hora de armar programas serios. Están a tiempo.
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